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El ZOC (Zaplana-Olivas-Camps) aniquiló la GV

Al crear el Estado de las Autonomías decidimos articular nuestro territorio en 17 Comunidades Autónomas asignándoles determinadas competencias. El tiempo ha demostrado que estas descomposiciones no fueron del todo afortunadas para algunos territorios y las necesidades financieras correspondientes a las transferencias no fueron calculadas por algunos políticos. La poca solvencia de aquellas decisiones la hemos pagado.

En los nuevos poderes autonómicos surgieron personas de dudosa moralidad. Cada día crece la certeza de que el periodo ZOC que corresponde a los mandatos de Zaplana-Oliva-Camps ha sido letal para la Generalitat Valenciana (GV) el símbolo de nuestra autonomía. La izquierda unió en sus eslóganes los sagrados principios de Llibertat i Amnistía con el grito de «Estatut d´Autonomia» pero fue la derecha del PP la que ha destrozado, en provecho propio, la hermosa idea de una GV orgullo de un pueblo.

Las negociaciones para la renovación del primer modelo financiación de 2002 se hicieron seis años después, en plena cultura ZOC valenciana. Aquellos eran tiempos en los que el oportunismo, cuando no el pillaje, interesaba más que la discusión y el debate de una financiación justa para la GV y todo ello cuando la crisis empezaba a tomar vuelo. Nada dijeron entonces ni los partidos de izquierda, ni los empresarios, ni los técnicos que a toro pasado como buenos economistas ahora diagnostican el pasado sin autocrítica alguna.

El voluntarioso Consell actual está frente al insoluble problema de su deuda que el pasado Junio era de 43.164 millones de Euros, lo que supone el 41,7% del PIB regional lo que convierte a cada valenciano en deudor de 8.713 Euros. El president Puig seguramente es un hombre valiente y honrado, pero puede estar mal aconsejado. En mi modesta opinión la única responsabilidad que tiene, y no es poca, es no ser coherente con sus propios diagnósticos y en empeñarse en no asumir que la GV, tal como se la han dejado, ahora es insostenible en su actual formato. Su única propuesta por el momento se reduce a plantear manifestaciones en Madrid y en Bruselas. Quizás debería asumir que ZOC aniquiló financiera y moralmente a la GV y que habrá que reconstruirla bajo otras perspectivas en la España de hoy, para la que la época de la transición es una melancolía, tan agradable como lejana.

El President puede estar engañándose a si mismo cuando en un mismo discurso en les Corts pidió a un gobierno en funciones, un nuevo modelo de financiación y segundos después describió un nuevo «campo de minas» de la época ZOC: agujero de 1.000 millones en Feria Valencia, pérdidas de 400 millones en la SGR, 400 millones por la Ciudad de la Luz, 3.084 millones de compromisos del anterior Consell no reconocidos y 1.100 por impagos del IRPF. Hemos visto demasiadas películas en las que el protagonista supera las minas con cuidado, cuando la dura realidad es que mueren muchos más al intentar atravesar y que hubieran sido mas útiles si hubieran sabido vadearlo con inteligencia menos ardorosa.

Los tiempos de ZOC fueron tan tóxicos que no le falta razón al Consell cuando ante el incremento de deuda en los primeros seis meses de 2016, de 1.184 millones afirma que prácticamente tres cuartas partes de este aumento en el semestre -855 millones- son para cubrir el déficit de 2015 que absorbió pufos y decisiones sobrevenidas del anterior Consell. Sin embargo olvida añadir que seguramente cerrará 2016 con un déficit del orden de 1.500 millones de euros. El campo de minas tiene una dimensión que nos supera y quizás sería inteligente plantearse como vadearlo. Esta coyuntura de supuesto heroísmo recuerda al episodio del almirante Cervera quien después de conseguir guarecer sus barcos en el puerto de Santiago de Cuba, días después no supo asumir la nueva situación, y el 3 de julio de 1898, presentó batalla a la flota estadounidense del almirante Sampson, superior en número y calidad de equipos, siendo vencido tras un desigual combate. Cervera salvo su vida y su carrera como buen «aforado» de la época, pero la melancolía del 98 todavía nos golpea.

El Consell ha decidido vivir de la reivindicación y no de unas propuestas que intenten hacer posible una nueva GV en una España federal, que parece ser el único camino que se vislumbra como viable. Su postura, sin duda legitima, pone ante la disyuntiva de asumir una solidaridad de principio con sus planteamientos aunque no se vea su utilidad (salir a luchar contra los navíos americanos) o a ser calificado de centralista, de poco valenciano y de muleta del PP (acusación de poca valentía a los mas prudentes, que para salvar la flota proponían salidas nocturnas y escalonadas). Siempre queda la posibilidad de hacer mutis por el foro y quedarse como espectador, pero el intelecto se resiste al silencio sobre lo que uno ama.

Las personas y los pueblos pueden equivocarse y para ello existe la capacidad humana de la autocrítica y el uso de la inteligencia. En democracia es obligado discutir los temas tratando de superar las pasiones propias del legítimo ejercicio del poder.

En momentos como los actuales en los que el sueño de Europa se difumina, el problema territorial en España se agudiza, uno reclama el derecho a analizar la situación y a plantear la búsqueda de entendimientos, incluso sabiendo que la corrupción entre nosotros ha estado desbordada.

Desgraciadamente el panorama es duro: Brexit, buena parte de Cataluña quiere marcharse, la GV dice que el resto del Estado la ahoga, etc. Mientras ningún grupo político parece capaz y dispuesto a coger el toro por los cuernos.

Muchos deseamos, realmente necesitamos, entender con una cierta claridad las propuestas que realmente existen sobre el futuro de la GV. Aquellas surgidas tras la transición ya las conocemos. Discutámoslo y adoptemos aquello que entre todos decidamos. Para ello alguien tendrá que enfriar las tensiones entre derecha e izquierda y entre periferia y Madrid, siempre asumiendo que Europa es una esperanza que no debemos desaprovechar.

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