Firma el periodista Francesc Arabí que el Caso Taula es el auténtico debate de política general, pero de los últimos 20 años. No puedo estar más de acuerdo, de hecho, creo que eso fue lo único que le faltó decir en su intervención al presidente Ximo Puig en su minucioso recorrido por la situación de las cuentas públicas autonómicas. Este caso, que procesa una época, podría explicar cómo hemos llegado a una deuda de 40.000 millones de euros y pone la cruz a su lapidaria frase «no hay dinero», que nos dejó retratado un panorama desolador.

Se le ha reprochado desde varios medios al presidente que aunque supo en su discurso esbozar el calvario por el que atravesamos, sacar bien las cuentas de la hacienda pública y relatar el drama social que atraviesan muchas familias a día de hoy, no señaló el rumbo que cabría seguir los próximos años. He leído que diagnosticó el mal de esta comunidad pero no recetó la medicina para la cura.

Qué difícil, imagino, ajustar un debaje a términos parlamentarios con la que estaba cayendo fuera. En esas, confieso que una imagen de Isabel Bonig vista en prensa ha captado mi atención sobre todo. Está sólo ella, en un pasillo de les Corts, rodeada de una inmensa nube de periodistas. Con el sumario Taula ya sobre la mesa. Cruda papeleta.

Estos días, en la C. Valenciana han ardido hectáreas de tierra protegida, de parajes que tardarán años en volver a ser, si es que se puede recuperar lo que era. Sus restos, la tierra calcinada que nos ha dejado alguien sin escrúpulos, negra y muerta, se asemeja mucho a las arcas maltrechas que algunos también, con ninguna conciencia y moral, nos han dejado para los restos. Solo que estos últimos no llevaban gasolina ni cerillas. Ése es el futuro al mirar a la administración para pedirle colegios, institutos, becas, centros de salud, ayudas a la dependencia o soporte para la prevención de incendios. Puedo también imaginar la desesperación en el Consell.

Decía el presidente que algún malnacido quemó Xàbia para desalojar de sus casas a 1.400 personas entre el humo y el pánico y el dolor por ver que nada iba a devolver las cosas a su lugar. El miércoles, entre el chaparrón de noticias a cual peor sobre corrupción, Bonig aguantaba de pié, y ahí sigue, en pié en medio de un campo de minas, mientras un presidente desolado desmenuzaba la negrura de sus arcas públicas, tan quemadas y calcinadas como esos parajes de Xàbia que vimos como el fuego se tragaba. Taula ha arramblado una Comunitat.

¿Hoja de ruta? Como al parecer habrá senadora en Madrid para una larga temporada para defender los intereses de su Comunitat y de España (sic), ya puede cada día empezar por reclamar una financiación justa para una tierra negra, tan negra y quemada como los montes de Xàbia, donde tanto le gusta veranear. Por 7.000 euros al mes, que no pare hasta conseguirlo.