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Mientras hablan

Novela podrida es aquella que en el quinto capítulo (o en el sexto, lo mismo da) se frena en seco porque su autor no sabe adónde va. Una situación complicada, sobre todo si se han invertido varios meses en llegar hasta aquí. Los cajones de algunos escritores están llenos de novelas podridas cuyos personajes viven en el infierno de ignorar qué va a ser de su futuro. Si las novelas podridas olieran como los cadáveres corruptos en el interior de las viviendas, la policía no daría abasto a descerrajar puertas para sacar de las casas estos originales en descomposición.

-El piso de al lado huele mal desde hace dos meses.

-¿Quién vive?

-Un escritor.

-No me diga más, se le ha muerto una novela.

Las ficciones se pudren, en fin, provocando dramas íntimos en los autores que las concibieron. Cien o doscientas páginas escritas para nada. Yo, a la gente a la que se le pudre una novela, suelo decirle que escuche lo que hay debajo de lo escrito. La solución se encuentra ahí o no se encuentra en ningún sitio. Escribir consiste en gran medida en escuchar lo ya ha escrito. Cuando la escucha funciona, aparece la solución narrativa, o las soluciones narrativas, porque a veces son varias.

Quizá con las realidades podridas suceda lo mismo. Llamamos realidad podrida a aquella que se frena en seco sin que sus autores sepan por dónde continuarlas. Actualmente vivimos en una realidad podrida, estancada, una realidad que apesta. Da igual que escuches la radio, enciendas la televisión, hables con el vecino o leas el periódico: la impresión es que el argumento no avanza. De ahí que cada mañana nos hallemos ante un tazón de leche fermentada en el que hemos de desmigar unas galletas con moho para el desayuno.

Como en las novelas fracasadas, encontraríamos la solución si fuéramos capaces de escuchar lo que pasa por debajo de lo que pasa. Pero para eso habría que tener un oído narrativo que se ha perdido por completo. No hay ningún líder político preparado para la escucha, aunque todos parecen muy capacitados para el habla. Mientras hablan, se nos pudre la vida.

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