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¿Qué destino aguarda a la socialdemocracia?

Me reprochaba cariñosamente el otro día un amigo lector que, al tratar del derrumbe de los socialistas, pareciera circunscribirlo sólo al caso español cuando es lo mismo que ocurre en todas partes

Me reprochaba cariñosamente el otro día un amigo lector que, al tratar del derrumbe de los socialistas, pareciera circunscribirlo sólo al caso español cuando es lo mismo que ocurre en todas partes.

Creo haber analizado el problema en artículos anteriores, pero no me importa insistir una vez más en ello porque el asunto realmente lo merece.

Lo que yo calificaba de "acoso y derribo" del secretario general del PSOE tiene evidentes paralelos con lo que sucede en el Reino Unido con el establishment del partido laborista decidido a "cargarse" al líder al que apoyan, sin embargo, las bases.

Sólo que allí Jeremy Corbyn, representante del ala izquierda del partido y con mucho más carisma que nuestro Pedro Sánchez, ha salido de momento victorioso de las maniobras contra su persona gracias al apoyo de los entregados militantes.

En Francia, la popularidad del presidente socialista François Mitterrand está por los suelos sin que le hayan servido de nada, sino todo lo contrario, recabar el apoyo de social-liberales como el primer ministro, Manuel Valls, y el aún más derechista titular de Economía Emmanuel Macron.

En Italia, el juvenil Matteo Renzi, llegado a la jefatura del Gobierno tras un golpe de palacio contra su correligionario Enrico Letta, parece apostarlo todo a una reforma de la ley electoral que parece gustar más a Silvio Berlusconi que a la izquierda de su propio partido.

Ésta le acusa de tratar de acumular cada vez más poder, a imitación del ex líder de Forza Italia, y querer convertir al Partido Democrático en un "partido de la Nación de carácter neocentrista".

Y en Alemania, los años de coalición con la Unión Cristianodemócrata y su partido hermano, la CSU bávara, han desdibujado a los socialdemócratas del vicecanciller y ministro de Economía Sigmar Gabriel, amenazados de caer en la irrelevancia mientras avanza, al igual que en Francia, la derecha más xenófoba.

El problema, y en eso coincido totalmente con mi amigo, es la existencia de un paisaje político donde las polaridades están cada vez más claras a favor o en contra del neoliberalismo y el austericidio.

Quienes por motivos ideológicos o egoístas intereses personales apuestan por el neoliberalismo preferirán siempre el original a una mala copia: esos partidos socialdemócratas, que, como critica él, "sólo han servido para acarrear votos de izquierda para políticas de derechas".

Como dijo con impudicia el inversor y multimillonario Warren Buffett: "Hay una guerra de clases, es cierto, pero es mi clase, la de los ricos, la que la libra, y la estamos ganando". Con ayuda ajena.

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