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Carlos Osoro, el "peregrino" convertido en cardenal

«Tengo un nombre para usted, don Carlos: el peregrino». Eso fue lo que le dijo el papa Francisco al que fuera arzobispo de Valencia (y hoy lo es de Madrid), Carlos Osoro Sierra, en una recepción en el Vaticano. Sin embargo, a Osoro se le conoce como «el Francisco español». Y es que la sintonía entre ambos no pasa desapercibida. Hasta en el físico se parecen. En el discurso, alejado de extremos, también. Sin embargo, para comunicarle que, el próximo 19 de noviembre será nombrado cardenal en Roma, el papa Francisco decidió escribirle un correo electrónico. La casualidad hizo el resto y una hora antes de que el papa anunciara ante el mundo su decisión de crear 13 cardenales de la Iglesia Católica „Osoro, entre ellos„ el ahora arzobispo de Madrid recibió una llamada mientras tomaba un café en el aeropuerto Seve Ballesteros de Santander. Era del arzobispo emérito de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, que le llamaba para darle la enhorabuena. Osoro no esperaba semejante nombramiento. Ni lo vio venir, ni había leído el e-mail. Nervioso, se tiró el café por encima. Menuda noticia le acababan de dar.

Con este nombramiento, «el peregrino» concluye una trayectoria jalonada con nombramientos, a cada cual más importante, que comenzó en Santander el 29 de julio de 1973, cuando fue ordenado sacerdote, y que le ha llevado directo a Roma tras pasar, como obispo y arzobispo, por Orense (1997), Oviedo (2002), Valencia (2009-2014) y Madrid, donde permanecerá de momento a no ser que el papa decida otro destino para él.

El sobrenombre de «peregrino» se lo ganó a pulso Carlos Osoro en Valencia (el papa Benedicto XVI le nombró el 8 de enero de 2009 arzobispo de Valencia, cuidad en la que permaneció hasta que Francisco le hizo, el 28 de agosto de 2014, arzobispo de Madrid en sustitución de Rouco Varela). Osoro llegó a Valencia como un soplo de aire fresco tras la dureza del también cardenal Agustín García-Gasco, mano dura de la Iglesia Católica en Valencia y su longevo predecesor . En su primera jornada de trabajo en Valencia, Carlos Osoro se dedicó a visitar a ancianos y enfermos. Desde ese momento no dejó de «peregrinar» por las calles de la ciudad. Parroquia a parroquia. Su objetivo era «volver a llenar las iglesias», y para eso hay que acercarse a la calle. Respirar y sentir igual que el resto. Ver por sus ojos. Observar lo que les ocurre. Empatizar. Acudir a un acto y que sirviera él los cafés no era ni raro ni inusual.

Quienes le conocen lo definen como una persona cercana, de carácter dialogante y alejado de extremismos. Permaneció cinco años en Valencia y se fue por la puerta grande, con una despedida que congregó a tantos fieles como en Oviedo, diócesis que dirigió anteriormente.

La cercanía de los dirigentes de la Iglesia es muy apreciada por los fieles, y el arzobispo Osoro se metió a los de Valencia en el bolsillo en el discurso con el que tomó posesión del cargo, con la Catedral de Valencia hasta arriba. «Germans i germanes, fills molt estimats en Jesucrist, Nostre Senyor, vull que les meues primeres paraules com a Pastor vostre arriben als vostres oïts en la llengua que molts de vosaltres haveu escoltat als braços de les vostres mares». Así inició la homilía dirigida a los feligreses valencianos. Así se los ganó para siempre. Él, natural de un pueblo de Cantabria (Castañeda, 1945) se comprometió a aprender la lengua de sus fieles y la empleó desde el primer día para orgullo de muchos y agradecimiento de todos. No fue ni la primera vez ni la última.

No es hombre de extremos, pero tampoco es de los que se callan. Se ha mostrado muy crítico con quienes defienden el aborto, para él «la cultura de la muerte», pero ha defendido en más de una ocasión la necesidad de que la mujer adopte un papel más importante en el seno de la Iglesia, aunque no dentro de la jerarquía. Sobre la homosexualidad se ha mantenido en la misma línea que el papa Francisco: «Si una perdona es gay y busca al Señor ¿quién soy yo para juzgarla?».

La conexión entre el papa y su seguidor más fiel en España se hizo visible 12 días después de su primera visita al Vaticano cuando fue elegido vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) para el trienio 2014-2017. No era la primera vez. En la Conferencia ocupó el cargo de presidente de la Comisión Episcopal del Clero durante dos trienios, de 1999 a 2005; y fue presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de 2011 a 2014. De esta forma, Osoro tiene un camino marcado para presidir a los obispos españoles en la etapa que abandera Francisco. Y es que el actual presidente (Ricardo Blázquez) cumple en 2017 los 75 años, lo que sitúa a Osoro como uno de los principales candidatos a la presidencia del episcopado.

Ahora bien, tanto si ese momento llega, como si no, Carlos Osoro de momento, va a ser nombrado cardenal. Ni más ni menos. Vestirá de púrpura escarlata y tendrá tratamiento de «eminencia». La palabra «cardenal» pasará a formar parte del nombre del prelado antes del apellido, de manera que desde el 19 de noviembre se referirán a él como Carlos Cardenal Osoro.

Con su nombramiento, Osoro se suma a la lista de los cuatro cardenales electores que aporta España de cara al futuro cónclave para elegir papa: el presidente de la CEE, Ricardo Blázquez, el arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares y el arzobispo emérito de Barcelona, Lluís Martínez Sistach. Formará parte del reducido gurpo que toma una de las decisiones más importantes de la Iglesia, por no decir que, por la misma regla de tres, también podría ser elegido papa. Eso sí, de momento „y si Bergoglio no decide otra cosa„ seguirá al frente de la diócesis madrileña, donde le colocó para sustituir al cardenal gallego Rouco Varela, de un perfil mucho más conservador y con más de un escándalo a sus espaldas. «El peregrino» sigue, pues, caminando.

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