En muchos sentidos, la Comunitat Valenciana está empobrecida. En educación también somos pobres. Hay uno de los niveles más bajos de España. El octavo. La población adulta, de 25 a 64 años, no va más allá de los estudios obligatorios. No hace falta decir que sin formación es más difícil la inserción laboral, los empleos son más precarios, más estacionales los contratos y más duro competir con personas más preparadas. Y sí, los salarios son más bajos que la media nacional. Sin educación es muy difícil salir adelante.

Este sábado, Alzira reúne a un millar de músicos en el XVII Aplec de la Federació Valenciana de Dolçainers i Tabaleters. Duele la petición que hacen a la Conselleria de Cultura. Que sus instrumentos entren en los conservatorios. La dolçaina saldrá a las calles para hacerse oír con protesta incluida, con un lamento. Reparemos, reconstruyamos decía el Consell para recuperar la autoestima valenciana. Es hora de curar a un colectivo olvidado. La dolçaina ha de pasar del encierro del armario a las aulas. Y las collas, de los bares al trato institucional. Y apartar de una vez el estigma de haber sido politizada durante años. Equipararla en estudios y titulación a cualquier otro instrumento. Que se pueda estudiar aquí, como los demás. Esto ya no es de oídas. Y un primer paso sería abrir los colegios sólo al flabiol.

El presidente del Consell, en medio del debate de política general, lanzó la propuesta de trabajar en un acuerdo por la educación. Un consenso general. Podrían incluirse tantos sectores. Aún sigue sin respuesta. Como si la educación no fuera imprescindible. El borrador del decreto del plurilingüismo, que podría haber sido un motivo para sentarse, recibió varios varapalos desde diversos sectores y por diversas razones (alguna crítica hace pensar que ni se han leído el borrador). Lo que hace intuir que nones al acuerdo educativo. Una lástima, porque muchas entidades sí piden paso para subir el nivel y necesitan respuestas ya. Como este cónclave de Alzira.

No creo que haya mejor impuesto que aquel destinado a dar servicios públicos, porque garantiza los mismos recursos a todos. Especialmente en educación, que busca el mejor futuro a todos los niños, la puedan pagar o no. Sobre todo cuando no. Que 60 collas le reclamen en Alzira al conseller Marzà respeto a sus instrumentos, estudios y apoyo a su futuro, en igualdad de condiciones que otras asociaciones musicales, no es para dejarlo caer en saco roto. Quizá por eso media consellería se plantará en el Aplec. Las collas son patrimonio cultural valenciano.

En una autonomía con este nivel no se está para muchos rifirrafes sobre educación. Ni para dar la callada por respuesta. O alcanzaremos el nivel del suelo. Porque al final quien se resiente es el profesorado, el alumno y aquellas entidades a las que sí les preocupa ser tan pobres. Proponer nada y rechazarlo todo no es avanzar. Y si de verdad se quiere rechazar algo, ahí está lo que dice el juzgado que hacían colegios para desviar el dinero público. Si en esto estamos de acuerdo, ya tenemos algo.