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«Tu cara me suena 5»

¿Qué tiene el programa de Manel Fuentes para que guste tanto? Ingredientes infalibles: caras conocidas, voces asentadas y el papel que interpreta Yolanda Ramos, que este año ocupa el lugar que dejó Silvia Abril, con el que pone humor a cada escena.

Lo han vuelto a lograr. Los viernes ganan por goleada. No hay «belenazo» ni tontadas parecidas que puedan con el bien hacer de un espectáculo que te soluciona el viernes por la noche si te quedas en casa y eliges ver la tele en vez de ponerte a leer el quinto tomo de las obras completas de Inmanuel Kant o te aventuras, en serio, lápiz en mano, cabeza despejada y lanza bien cogida para entrar en batalla en un bando o en otro, hasta dilucidar si Bod Dylan es poeta poeta, cantante de letras más o menos apañadas, o un impostor que se ha hecho con el Nobel de Literatura dándole a la guitarra. En lo del Nobel, no entro. Ese negocio tiene sus reglas. Lo que sí sé es que me chifla la música de Dylan, pero no me gusta como cantante. Nada. O casi nada. Me pone nervioso, muy nervioso, esa forma de cantar desganada, gangosa, arrastrada. Pues eso, que la noche del viernes puedes revisar la obra completa del reciente Nobel o te pones delante del muy verbenero Manel Fuentes, que habla como si trabajara vendiendo números para la rifa de una tómbola, y te tragas sin rechistar Tu cara me suena, edición número cinco para mejor honrar al dios del espectáculo, para aumentar el negocio de Antena 3, y para irte a la cama con buenas vibras, término tonto que usan mucho los jurados de los concursos más lerdos para no decir nada, salir medio airoso, y seguir con el culo pegado al sillón una semana más. Los de Sálvame, la competencia de enfrente, se creían a salvo, como imbatibles, yo creo que partiéndose las costillas de tanto reír, como alucinados de ver que semana tras semana, con el sumario más infame y nauseabundo, arrastraban a una audiencia alelada, entregada, firme, enrocada y abducida por las chorradas ya de la cuentista Aramís Fuster, ya de la última majada de Kiko Matamoros o la alucinante Raquel Boyo, hasta que hace un par de semanas llega la tropa de Tu cara me suena, monta el circo de las maravillas, y se lleva a su era el bocado gordo de la audiencia.

Talento y dignidad ¿Qué tiene Tu cara me suena para que guste tanto, para que triunfe la noche del viernes? Ingredientes infalibles. Caras conocidas, voces asentadas, o no, como la de la actriz Yolanda Ramos, que ocupa el papel que el año pasado tenía Silvia Abril, es decir, poner mucho humor en escena, hacer de sus actuaciones un número deseado porque el espectador sabe que no juega en la liga de los líricos sino en la del gag, del chiste, de la broma, y eso se agradece, sentido del ritmo televisivo, levantar cada semana un túmulo al divertimento familiar sin connotaciones peyorativas, disfrutar del magisterio de un equipo de maquilladores de primer nivel, esos que consiguen que de verdad te quedes lelo viendo la transformación de una Ester Arroyo que entra en la máquina del milagro y sale hecha una Grace Jones apabullante, elección de canciones y artistas a imitar muy populares, muy tarareadas, y en una banda ancha de gustos para que nadie se sienta en el olvido, por eso vemos a Rosa López como Marisol o a Lorena Gómez cantando el Sax de Fleur East, e incluso va resultando un acierto contar con el histriónico Ángel Llácer como profesor y jurado, y hasta sus caras de asombro, más que estudiadas, son parte del paisaje, como lo es la presencia de Lolita y sus batallitas, o de la imponente Chenoa, una chica que ha ido madurando ante nuestros ojos en la pantalla, una chica que cae bien, incluso cuando se pone intensa y un poco repipi. En fin, un acierto general este Tu cara me suena que mide sus fuerzas desde el talento y el respeto a la audiencia frente a una propuesta de entretenimiento más chabacano, yo creo que denigrante, y sin duda en las antípodas de la calidad y la dignidad.

Micropene. Sigamos con el juego de Tu cara me suena pero sin referirnos al programa de los viernes de Antena 3. Su cara me suena, pero no estoy seguro si sí o si no. Quizá ustedes me puedan ayudar. Hablo de la corresponsal de TVE que se llamaba Almudena Ariza. De pronto, a raíz de la devastación del huracán Matthew, me la encuentro en Haití cuando la esfinge doméstica Ana Blanco le da paso en una crónica que creo recordar era grabada. La corresponsal cuenta desde el terreno los desastres que el huracán ha causado a un país ya devastado tras el terremoto que sufrió en 2010, es decir, horror sobre horror. Pero me veo que en vez de estar pendiente de lo que dice la periodista estoy pendiente de su cara. ¿Es o no es Almudena Ariza? Sí, porque ha respondido a la conexión. Sí, porque su cara me suena un poco. Pero no y no porque esta Almudena Ariza tiene las mejillas infladas de silicona, o lo que sea, y se ha quedado en pepona de verbena con un micrófono en sus manecitas. Ay, qué cosa, con su naricilla allí, lejana, detrás de los mofletes gordos y brillosos. ¿Será o no será? Ahí lo dejo. Sí estoy seguro de que Donald Trump es el mismo. Su cara me sigue sonando igual. Y provocándome el mismo terror y el mismo asco de siempre. Su cara me suena al matón acomplejado y furioso, envalentonado por su cartera de billetes, al chulo que acosa desde su pedestal económico pero sabe que no se comería una rosca ni por lo que se ve, el anti morbo, ni por el micropene que le supongo, falo de bebé para un canalla que ve a la mujer como una gran vagina de usar y tirar, así que sí, su cara me suena a cara de cerdo con piel de cerdo. Y de pronto, iluminando la pantalla, aparece David Leo, poeta millonario, el malagueño que ha hecho de los concursos de televisión su forma de vida. El joven de 27 años se embolsó casi dos millones de euros al completar el rosco de Pasapalabra un día en que, casualidades, su madrina era Paz Padilla, taruga de mucha ordinariez, simpleza y mala hostia, dicen quienes la conocen detrás de las cámaras. Por cierto, este domingo se ven las caras los mandones del PSOE. ¿Le dirán, mirándole a los ojos a Pedro Sánchez, tu cara me suena?

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