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Art de ben morir valenciano

Desde el siglo XV hasta el XVIII proliferaron los tratados del arte del buen morir por toda Europa, impulsados y redactados generalmente por eclesiásticos para ayudar a afrentar la tragedia de la muerte y a bien morir.

Se trataba de protocolos a desplegar cara a la muerte, que disfrazaban bajo el eufemístico nombre de «Ars moriendi» o «Tractatus artis bene moriendi», tratado del arte de morir. Sus principales mensajes: no hay que temer a la muerte, no hay que desesperarse ante ella, había que profesar la fe en Cristo, y cómo debían comportarse los familiares con y ante el moribundo con un ramillete de oraciones a recitar por el agonizante.

En el tesoro de la biblioteca del Real Colegio de Corpus Christi de Valencia se conserva el «Art del ben morir», una versión autóctona de esta moda, el más antiguo de los que se tiene noticia de esa época en Hispania, de autor desconocido, fruto del Sínodo que en 1432 hizo la Iglesia de Valencia, que se caracteriza por ser una versión bastante «light» de aquellos graves y dramáticos libros al uso. Hay otros libros similares, uno de Alonso de Borja, otro de Francesc Eximenis, etc€

A nuestro arte de morir autóctono le preocupaba sobre todo que quedara claro que uno tenía que morir en modo católico, encargando el cumplimiento de tal deseo a quienes le rodearan en la hora de la agonía y de la muerte con rezos y prédicas, confesándose sobre todo. Uno de los capítulos se intitula «Les Set Paraules. Confessions e iustificaccions del savi pecador» y en él aparecen oraciones de profundo contenido teológico y ascético, encaminadas a lograr el arrepentimiento de sus pecados y a confiar en Dios.

El arte de bien morir alcanzaba también a la liturgia, al ritual del sacramental de los sepelios. En 1514, Juan Jofre, redactó uno denominado «Ars bene moriendi, en Ordinarium de ministratione sacramentorum secundum consuetudinem metropolitane Sedis Valentine», que servía de guía o recurso en tan aciago momento de las personas para quienes debían velar por los agonizantes. Era un revuelto de doctrina y liturgia, que se puso de moda en el territorio de la Corona de Aragón, en otras Diócesis, que hicieron de él adaptaciones, incluso trascendió más allá de los prineos.

El profesor Ildefonso Adeva, del Instituto de Historia de la Iglesia de la Universidad de Navarra, que estudió a fondo el manuscrito valenciano, al que le encontró su puntito protestante, pues característica del mismo muy acusada «es el desprecio radical „ rechazo incluso„ del valor salvador o mérito de las propias buenas obras y la correlativa confianza absoluta en la sola misericordia divina».

Explica que fomenta, además, «con brío proselitista una práctica de reciente actualidad, que ha venido encabezando las últimas voluntades de los españoles hasta muy entrado el segundo tercio del presente siglo; me refiero a la protestación testamentaria -escrita o, al menos, oral- de la fe católica,€ con indicación de las oraciones y de la ayuda que pedía y esperaba el testante de los circunstantes durante su agonía».

Y concluye el investigador: «El Ars bene moriendi incluso en el Ordinarium de ministratione sacramentorum de Valencia, sobresale por su ponderación, por el tino de sus observaciones pastorales y por su orientación cristológica: que el moribundo se identifique con Cristo agonizante. En pleno siglo XIX se imprimían formularios de tales testamentos tanto cuya recitación constituía un ejercicio piadoso preparatorio para bien morir».

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