Sorprende al ciudadano el desarrollo de noches tropicales a finales de octubre. Pero ya no debería sorprender. El aire sahariano es un visitante habitual, cada vez más, del territorio peninsular, y en concreto, de la fachada mediterránea española.

En otro comentario señalaba el incremento en la frecuencia de las lluvias de barro que se ha registrado en las últimas décadas. Por cierto, estos días ha vuelto a precipitar polvo sahariano en nuestro territorio. La presencia más frecuente de esta masa de aire están en el origen del calentamiento del mar Mediterráneo, muy evidente desde hace dos décadas. Y a esta masa de aire debemos el incremento en la frecuencia de las señaladas noches tropicales, cuyo desarrollo se ha multiplicado por cuatro desde los años setenta, hasta originar hasta 60 días al año, como media, con registros térmicos nocturnos por encima de 20 grados. Hace unos días, con motivo de la celebración del X Congreso Internacional de la Asociación Española de Climatología, en Alicante, que ha sido citado en varios comentarios de compañeros de esta columna de opinión, el Dr. Sánchez de la Universidad de León, uno de los mayores expertos internacionales en la investigación sobre modificación de nubes, señaló que la tendencia decreciente de las lluvias que se registra en la fachada mediterránea, especialmente en su sector meridional, desde hace años, estaría relacionada, no con el vuelo de avionetas quita lluvias, sino con la frecuencia cada vez más frecuente de la masa de aire sahariana en las capas bajas de nuestra atmósfera, que impediría el desarrollo de procesos de condensación y termoconvección con la normalidad existente hace décadas.

El resultado: no se llegan a producir nubes con lluvia efectiva. Y no por las sustancias que se puedan estar lanzando desde avionetas, sino por la simple presencia del aire sahariano y del polvo en suspensión que le acompaña. Es una línea de trabajo de desarrollo imprescindible en los próximos años.