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Julio Monreal

Casi un millón de votos, ningún ministro

La Comunitat Valenciana era el diez por ciento de casi todo en España. Hoy se supera ese índice sobre todo en datos negativos como el paro, la deuda o el fracaso escolar. Ni Rajoy ha encontrado a alguien digno para sus 13 carteras.

"No me tengo que quedar aquí, para recuperar la Generalitat en 2019», comentaba esta semana la presidenta del PP valenciano, Isabel Bonig, al ser preguntada sobre sus posibilidades como ministra de Rajoy y también tras la evidencia de que no estaba entre los nominados. El reelegido presidente del Gobierno ha decidido prescindir incluso de García Margallo, el más valenciano de los ministros que tenía, aún sin ser nativo ni tener peso en la organización territorial. Trece carteras de 195 en los 40 años que han pasado desde la restauración de la democracia en España. Ese es el peso de los valencianos en el Ejecutivo de Madrid.

Después de que se haya constatado una vez más que la Comunitat Valenciana ya no es el diez por ciento de nada y que cuando supera ese índice es para quedar mal, como en el paro, la deuda o el fracaso escolar, se suceden los lamentos en los foros políticos, sociales y culturales. Puede que un ministro de la tierra no tenga una influencia decisiva en la atracción de inversiones, pero al menos es un interlocutor, unos ojos de proximidad, y desde luego es un referente para la autocomplacencia de los ciudadanos.

Como no hay ministro, en el Partido Popular de la Comunitat Valenciana han decidido sobornarse la conciencia subrayando que lo importante es el segundo escalón, los secretarios de Estado, subsecretarios y directores generales, y destacando las posibilidades del actual delegado del Gobierno y ex conseller de Hacienda, Juan Carlos Moragues, en ese estrato. Casi un millón de votos a cambio de un posible secretario de Estado. ¡Qué caro está el kilo de alto cargo valenciano en Madrid!

Esa nula presencia de mediterráneos en la Administración central representa una auténtica penalización para alcaldes, diputados, empresarios, representantes de asociaciones profesionales... y a través de ellos para toda la sociedad valenciana. El Partido Popular podrá vestir el santo como quiera, pero el hasta ahora alcalde de Santander, nuevo ministro de Fomento, se rodeará de un equipo en el que confíe, lo mismo que la nueva responsable de Sanidad o la titular de la cartera de Empleo y Seguridad Social. Los dirigentes conservadores valencianos han cometido muchas faltas, que están siendo revisadas en los tribunales, pero los de la calle Génova, esos que pagaron en negro la reforma de la sede del partido que gobierna España no parecen haber sido medidos con el rasero que se merecían.

Como los políticos afines no parecen dispuestos a protestar por haber sido ninguneados, otros sectores sociales más concienciados toman la iniciativa. La Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) que preside el naviero Vicente Boluda y que agrupa a los principales patronos de la Comunitat Valenciana, ha decidido dar un golpe en la mesa y comparecerá mañana para reclamar la conclusión, de una vez por todas, de las obras del corredor ferroviario mediterráneo, una promesa eterna, siempre incumplida, que avanza al ritmo de una tortuga boba en tierra y cuya inexistencia lastra la economía y la competitividad de las empresas valencianas, además de indignar a todos y cada uno de los usuarios del tren entre Alicante, Valencia, Castelló, Tarragona y Barcelona.

En estas primeras horas del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy es el momento de presentar la carta de reivindicaciones. El presidente Ximo Puig ya lo hizo hace poco más de un mes, arropado por el resto de las fuerzas políticas y sociales a excepción de una Isabel Bonig que prefirió reunirse con Cristóbal Montoro a la misma hora. Y mañana serán los principales empresarios, los que crean riqueza y empleo, los que subrayarán la importancia de la arteria ferroviaria más importante de la Península, que curiosamente no pasa por Madrid y por eso resulta ignorada.

La nueva y más justa financiación autonómica, el corredor mediterráneo en el que cree Europa más que el Estado central, la equiparación de Valencia y su área metropolitana a Madrid y Barcelona a efectos de subvención del transporte público, la apuesta por el eje ferroviario entre Valencia y Zaragoza, la igualdad de trato en el patrocinio de recintos culturales... La lista de demandas tiene algunos puntos más, no muchos, pero no se le podrán trasladar a ningún ministro valenciano. Rajoy no ha encontrado a nadie merecedor de ese entorchado. Sin embargo, los votos sí han contado. Y también contaron los apoyos de Camps y Rita Barberá para que él fuera reelegido presidente del PP en la Feria de Valencia en 2008 cuando estaba en una posición de extrema debilidad. Aún se debe más de medio millón de euros del uso del recinto. A lo mejor por eso no vienen tanto por aquí. Por si acaso alguien se lo cobra.

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