Pensaba que por fin iba a olvidar ese inquietante naranja artificial de cabello y piel, un tono que invita a comprobar el balance de color del televisor, pero la demoscopia lo ha vuelto a hacer, sembrar el pasmo y decepción contra todo pronóstico racional. Sólo el creador de Los Simpson fue capaz de vaticinar el desastre en un capítulo del año 2000. Antes, supe de la existencia de Donald Trump en un cameo noventero en El Principe de Bel-Air; después le seguí el rastro a través de su hija Ivanka que quería ser modelo y una ex, Ivana, excesiva, a la que le encantaba enseñar su casa donde más era más, en las páginas del ¡Hola! Todo lo que envuelve a este personaje triunfador es de nivel muy alto, económico que no de gusto e intelectual. Hasta su anuncio de aspirar a la presidencia resultaba cómico, pero de la risa al miedo sólo hay 69 votos electorales que separan lo malo conocido de lo peor.
Qué mal despertar tuve con el clásico «Voy a gobernar para todos», al cual añadiría pero un poco más para los míos. Había pasado casi toda la noche en vela, gracias a los especiales maratonianos ofrecidos por las principales cadenas. Me quedé con el de Antena 3, conducido por Sandra Golpe y con colaboradoras cerca, porque en La Sexta y La 1 mandaba la testosterona sin rastro de voz femenina. Presagio de la derrota de la mujer que pudo ser la primera y no fue. Escuchaba en una conexión al mítico José María Carrascal decir de Hillary «no le quiere la cámara»; ni la cámara ni los latinos, ni las mujeres, minorías y rifles unidos, para dar el triunfo al populismo en una alarmante combinación.
Sería demasiado obvio responsabilizar a la población no ilustrada de esta nueva era, pero seguro que hay mucho más donde rascar y el análisis se encargará de ello en el futuro. En el presente, hasta aquí llegó la broma que ya es lejos: un machista, xenófobo y millonario sin formación en su nueva profesión, la de presidente del mundo, mucho más de lo que Ivanka podría imaginar?
