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Trump tumba a los grandes medios

Las elecciones en EE UU no solo se han jugado en la arena política. Trump ha dedajo noqueados a los grandes medios de comunicación estadounidenses que habían apostado mayoritariamente por Clinton y no percibieron los auténticos intereses de los votantes.

La victoria de Donald Trump augura una época tormentosa en la relación entre el nuevo presidente y los grandes medios de comunicación estadounidenses. En realidad, nada nuevo: ya durante la campaña el entonces candidato republicano acusó permanentemente a los periódicos y televisiones más importantes del país de conspirar en su contra y a favor de Hillary Clinton. Esta campaña ha supuesto una prueba de fuego de la que todos esos medios han salido malparados.

La candidata demócrata recibió el respaldo de más de 200 periódicos, frente a los seis que se inclinaron por el republicano, que veía también como las televisiones dedicaron cuatro veces más tiempo a sus problemas que a los de su rival. ¿Qué hay detrás de esa diferencia? Al margen de cuestiones estrictamente ideológicas, la realidad es que en 1983, el 90 % de los medios estadounidenses estaba controlado por medio centenar de compañías, mientras que hoy en día ese porcentaje está solo en manos de seis grandes conglomerados empresariales, cuyos intereses van mucho más allá de los estrictamente periodísticos.

Este estrechamiento de la pluralidad informativa ha tenido un efecto demoledor: según algunas encuestas, solo el 6 % de los norteamericanos confía plenamente en los medios. Y eso quienes aún los eligen para informarse, porque ya son más los estadounidenses que hoy en día siguen la actualidad a través de las redes sociales que por los medios convencionales. A través de esa redes, como Facebook o Google, han tenido gran eco una serie de páginas que se dedicaban directamente a difundir noticias falsas que favorecían al ya presidente electo y reforzaban las ideas preconcebidas de sus seguidores.

Esos clichés, por otra parte, también abundaban, en sentido contrario, en las televisiones y periódicos que intentaban ridiculizar a un candidato que, sin embargo, ya era ampliamente conocido por el grueso de la población, por sus estrambóticas incursiones en el mundo del espectáculo y la comunicación a lo largo de más de dos décadas. Una estrategia que terminó por perjudicar a esos medios, cuyas audiencias interpretaron que se desviaban de su obligación de informar sin prejuicios y que estaban alejados, por sus propios intereses corporativos, de los temas que interesaban a los ciudadanos y sobre los que Trump incidió machaconamente en su campaña: daños de la globalización, inmigración y soberanía nacional.

La autocrítica no ha tardado en llegar. El editor ejecutivo de The New York Times, Dean Baquet, escribía a sus lectores el pasado domingo que el periodismo «debe hacer un trabajo mucho mejor en cuanto a salir a la calle, viajar por el país, hablar con clases de personas diferentes de aquellas con las que hablamos». Tomar el pulso a la calle, en definitiva.

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