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Hasta siempre, Grissom

El jueves envejecí en el sofá viendo el capítulo final de «CSI Las Vegas» en Cuatro. Resulta que ya han pasado quince años desde aquellos primeros episodios en Telecinco que nos engancharon a un nuevo género policiaco a caballo entre la ciencia y, casi, la ciencia ficción. Una serie que ya es más que eso: una franquicia de récord y un fenómeno mundial que podía llevarse a Miami, Nueva York o donde hiciera falta y ha condicionado nuestra visión de la criminalística hasta hacernos creer que la policía científica tiene más magia que David Copperfield. Seguro que hasta los delincuentes de medio pelo han aprendido cuatro trucos para no ir por ahí dejando huellas o muestras de ADN a trote y moche.

El lado bueno de la despedida fue volver a ver a nuestro Grissom, un personaje magnético y carismático que no ha tenido sucesores a su altura ni en Las Vegas ni en las otras franquicias de «CSI». Volvió junto al resto de viejas glorias de la serie primigenia y, curiosamente, el personaje de William Petersen es el que mejor ha envejecido en pantalla. A su lado, Ted Danson se hizo pequeño en el cierre de la saga. Personalmente no he conseguido ver en él a un científico en ningún momento y sigo imaginándolo, sin canas, tras la barra de «Cheers». Los lectores más veteranos sabrán de que hablo.Lo malo de este capítulo final es que se me hizo largo, con la colaboración inestimable de las muchas pausas publicitarias, y eso es algo difícilmente perdonable en televisión. También me pareció la música de siempre más anticuada, los efectos menos espectaculares y el laboratorio menos creíble. El tiempo pasa para todo y para la tele, más. Si lo dudan atrévanse a buscar «Orzowei» en YouTube.

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