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La pasión del espíritu

Jueves 17 de noviembre, día mundial de la filosofía y me niego a escribir sobre el estallido que, con la llegada de ese personaje, cuyo nombre de tanto oírlo, he olvidado, ha trastocado nuestra tambaleante democracia. Europa tendrá que hacérselo mirar: el brexit, la locura norteamericana y toda clase de populismos nefastos pueden ser contagiosos. Quizá se tendría que repensar el Renacimiento. La historia de la filosofía, de la ciencia, las humanidades constituyen una revolución mágica que ahuyenta el fanatismo y conduce al ser humano a resguardar su dignidad. No voy tampoco a escribir sobre los nombramientos del Presidente, tan «Rajoyanos» ¿Olvida el Sr. Rajoy que ganó unas elecciones gracias a la Comunidad de la que ahora prescinde? En este mundo globalizado, estamos regidos por los grandes poderes económicos que marcan la política y nuestras vidas. Dice Muñoz Molina: «Sorprende de la España democrática el poco apego que parece tenerse a la democracia, y el poco prestigio que se concede al saber». El conocimiento resulta peligroso para aquellos que gobiernan y por ello Antonio Penadés señala que la sociedad civil debe exigir la despolitización de la cultura, de la educación y hace hincapié en la importancia de la Filosofía que ayuda a pensar por sí mismo: «la Historia, imprescindible para conocer la condición humana; el griego, el latín y la etimología de nuestro vocabulario, tan necesaria sobre todo en áreas científicas; la Literatura, herramienta básica para el empleo de la empatía y la adquisición del hábito lector, fuente a su vez de conocimientos ilimitados; la Historia del Arte, que ilumina la sensibilidad y el intelecto; la Ética, tan necesitada siempre; y el Teatro, otra invención de Grecia antigua que permite traspasar los límites de la individualidad». Conocer nuestros orígenes e identificarlos son la razón de nuestra identidad. Los científicos defienden la importancia de las humanidades que nos hacen críticos y libres y nos ayudan a no sucumbir a la manipulación.

El desarrollo de las humanidades, equilibra y enriquece al mundo tecnológico y este a su vez abre nuevas perspectivas al conocimiento. La curiosidad y el asombro son el encuentro con el saber que nos mantiene vivos. Algunas escuelas de negocios han comenzado a introducir en sus programas de dirección y administración de empresas, contenidos relacionados con las humanidades, para complementar sus cursos de liderazgo, en línea con la «utilidad» que impregna hoy el mundo económico. Repensar el Renacimiento consistiría, quizá, en la voluntad de transformar lo nefasto que nos rodea. En el proceso de globalización planetaria no combatir lo que desdeñamos por diferente y buscar vías de comprensión y conocimiento mutuo (¡La importancias del conocimiento!) Porque somos un organismo cultural extremadamente complicado y con falta de generosidad. Leo a Kapu?ci?ski: «Temo a un mundo sin valores, sin sensibilidad, sin reflexión. Un mundo en el que todo es posible. Porque entonces lo que se convierte en lo más posible es el mal». La otra tarde en la Capella de la Sapiència de la Nau, escuché a un increíble quinteto de cuerda, cuyo compositor no conocía: Georges Onslow, apodado el Beethoven francés. La música envuelve y cobija la pasión del espíritu.

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