Extraemos rasgos comunes a las sociedades del conocimiento: muestran creatividad continuamente y el estudio dura toda la vida; la pertenencia a grupos es voluntaria; internamente existe libertad, solidaridad y respeto; faltando la religión como aglutinante, se intentan compartir valores; son avanzadas económicamente con un IDH alto; su problema es el paro creciente y aumenta el riesgo de ser excedentes humanos, planteando la renta básica; hay consciencia de bloques económicos transnacionales compactos, pero surgen nacionalismos anacrónicos; se vive en estado de crisis porque la economía está globalizada, pero la política no; la corrupción política es amplificada. Mientras tanto, hay personas honestas „con una o más titulaciones superiores„ en paro persistente€ ¿ a que conocimiento nos referimos?

En esta situación, muchas personas están resentidas contra el sistema, deseosas de venganza, indignadas, pues ven que el Estado es asimétrico: Hacienda controla si ha de cobrar, pero decae su celo si estás en paro (¡qué decir del Servef!). Hay intelectuales y tertulianos que alientan el resentimiento, consolidando grupos que entran en política (feminista radical contra los varones por ser varones, postcolonialista contra los biznietos del colonialista, unocualquiera contra las estrellas€ etcétera).

En el contexto descrito, los movimientos políticos populistas, sean izquierdistas o derechistas, explotan el deseo de venganza y resentimiento; ambos prometen el paraíso terrenal y actuarán para llegar al fascismo de izquierdas o al fascismo de derechas. Los movimientos populistas (derecha e izquierda) utilizan el volk y la transversalidad para aumentar sus votantes. Los instigadores del odio no deberían perder de vista aquellos momentos atroces donde la humanidad se envileció (represión en la Rusia comunista, genocidio en la Alemania nazi, crímenes en la China de Mao, Camboya y Polt Pot, el conflicto de Ruanda, las actuaciones del Estado Islámico, etcétera). No pueden seguir ignorando las acciones que llevaron ahí; actuando de forma similar, llegaremos a parecidos hechos.

Los fanáticos de los monoteísmos religiosos o ideológicos, en general, son activistas con un barniz de instrucción en su fe, que han abrazado la ira, el resentimiento, la ambición y la búsqueda de motivos de indignación: lean el odio en las redes y oigan los discursos de Donald Trump y Pablo Manuel Iglesias. Negar la realidad, avanzar hacia la irracionalidad. Así, este personal no ve contradicción en: solicitar la Renta Básica y predicar la muerte del capitalismo: clamar por la justicia social y no valorar una enseñanza, sanidad y dependencia gratuitas; describir la sociedad que construyeron sus ancestros como horror y no observar que los flujos migratorios no van de Europa a África, o de EE UU a México; volver a los aranceles en una economía globalizada.

El deseo de poder, la ambición, el deseo irracional de venganza€ ayudan a crear realidades mentales no acordes con la realidad objetiva: postverdades. No se trata de estar maduro, sino de saber hacia dónde van nuestras sociedades e intentar organizarlas para minimizar los daños humanos (si Hacienda nos puede identificar uno a uno, ¿no pueden seguir las penurias de cada parado y de las personas más vulnerables?).

Ni el populismo de derechas ni el de izquierdas, tienen la solución al problema que nos ocupa: son el pasado. Parece así que el futuro tendrá como coordenadas básicas: globalización económica y política mundial; postmonoteismo (sea religión o ideología política); estructuras antitotalitarias; meritocracia que respeta los derechos individuales (al propio cuerpo, a la libertad de pensamiento, de enseñanza, de religión...); elitismo que permite la diferencia física e intelectual; igualitarismo que mantiene diferencias acotadas. Y quizás se desarrollará el diseño organizativo de la sociedad, como ciencia y gerencia.