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Espinete existió

Será cosa de la edad, lo admito, porque su nombre me invitó a sumergirme con ganas en la enésima propuesta nostálgica de Televisión Española. Pero el ingenio de Espinete no existe se agota prácticamente con el título, el mismo que su presentador Eduardo Aldán le da al monólogo con el que durante años ha recorrido los teatros. Imagino, por su éxito, que sobre las tablas tendría más gracia que su adaptación televisiva. En La 1 y a la medianoche resulta un extraño late night show, con un tono que pasa de la ironía a la burla en demasiados casos. Por ejemplo, con Fernandisco, al que llevaron a plató para echar unas risas, más que con él, a su costa. El invitado fue mucho más elegante que su anfitrión.

Los otros invitados del primer programa fueron Pepe Viyuela y Rubén Cortada, los protagonistas de la serie Olmos y Robles. Esto demuestra que TVE también se suma a la exagerada afición de las cadenas por auto promocionarse a la menor ocasión. Cuando un invitado no va a hablar de su libro abrimos los ojos como platos en busca de la trampa. Por el plató desfilan muchos colaboradores: el imitador de Iker Jiménez, Flipy o Agustín Jiménez, que se viste como el padre de Zipi y Zape para presentar imágenes del pasado. Esas imágenes son lo mejor de la propuesta y no necesitan tanto guión para interesarnos: volver a ver el «blandiblub», los castillos de Exin, entrevistas, actuaciones, noticias y programas que ya forman parte de la historia. El fenomenal archivo de Televisión Española sobra para producir programas de interés como Cachitos de hierro y cromo. Una lástima que en Espinete no existe esos mimbres queden en segundo plano. Yo diría que aquel puerco espín rosa existió.

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