El otro día, una rubia de pelo alborotado, nerviosa, me abordó, sin preámbulos con una pregunta de las que dejan marca: «¿Tiene usted artritis?». Pues el Señor ha dispuesto, querida, que no la padezca, pero es obvio que me he convertido en target del tratamiento o seguro que la rubia vende. De cosas así está hecho el humor: «El lunes me fusilan. Mal empieza la semana». El humor es soberano, pero la sátira es vital, sobre todo ahora que los púgiles del UKIP y Donald Trump mandan mucho, el PSOE se suicida lentamente (¡y en directo!) y a los poderes terrenales les parece que el fascismo actualizado es una opción aceptable.
Así que no me extraña que proliferen las coñas en wasap „la variante moderna del chascarrillo de barbería„ y que haya dos exposiciones sobre la prensa satírica abiertas en la Biblioteca Valenciana y en la Nau. Creo que la de la Nau dedica demasiado espacio a La Traca de los años de guerra. En ese tiempo ominoso, la prensa era instrumento de propaganda y coral que incitaba al linchamiento de los enemigos. De un lado y de otro. Así que me aprecio mucho más el librito guarro, obra del patricio Pascual Hermosilla y titulado El Baño. Memorias íntimas, que me regaló el bibliófilo y amigo Rafael Solaz. La bibliofilia amenaza con convertirse en una perversión de los clientes potenciales del tratamiento de la artritis.
Aún quedan dos mesas redondas sobre la sátira (el uno y el quince de diciembre) en la Biblioteca Valenciana, pero en la que yo estuve, recibí dos bonitas sorpresas: Toni de l´Hostal es un cantante bufo prodigioso, una vacuna contra el recato, quien se quede con las brofegades empobrece una percepción que es mucho más estimulante. Salvador Bolufer es un delicado versificador popular en posesión plena de su talento. Hay material humano para hacer muchas cosas. Le cuento todo esto de los años, el humor y las derrotas a Mónica, mi bruja gallega, que si le calculas la edad con un error, por exceso, de diez minutos, te mira como si quisiera verterte plomo fundido en las cuencas de los ojos.
