En este diario, Rafael Rivera aludía al acoso y derribo a Podemos. Este ha sido el signo desde que existe el partido; la cosa ha ido en un increscendo que con el caso del piso de Ramón Espinar ha devenido casi en el crimen Espinar, por la ferocidad y la desmesura que ha sobrepasado toda proporcionalidad. Encima, haciéndonos creer que era una exégesis de unas primarias para un puesto de segunda del partido morado, cuando la maniobra era una especie de metonimia en el que el todo es Podemos y su cabeza, Pablo Iglesias. Complementariamente, todo lo que le beneficia se oculta o se ignora: así, que el Tribunal Supremo ha desestimado siete querellas contra ese partido.

Diríamos que el crimen de Espinar, no está tan lejos de la gomina del alcalde de Zaragoza, Santisteve (también de Podemos), aquellos 18 euros que desató hará un año una tormenta. Y para culminar, Cristina Cifuentes arremete contra Iglesias por vivir en una vivienda protegida, propiedad de la madre y abuela en Vallecas, «porque tiene ingresos suficientes para no hacerlo». Quizá se olvida de otras muchas cosas como que a los de Podemos (por decisión interna) les queda el importe de tres salarios mínimos interprofesionales y que es el único partido independiente de los bancos.

Sincrónicamente se conocían consecuencias del botellazo (Ana Botella) „quizá trágicas en algún caso, pues sabido es que los desahucios es una de las causas de suicidio„ para decenas, si no centenares, de inquilinos con la venta de 1.800 viviendas públicas a fondos hiena (en uno de ellos es consejero, su hijito: todo queda en familia) por debajo de precio de mercado, sin que esto merezca apenas unas líneas o nada en los medios.

«Me aseguran que el CNI dispone de un arsenal de irregularidades y vergüenzas del líder de Podemos. Sería mejor, no tener que exhibirlas, y que Pablo Iglesias (...) se mese la coleta (€) embride su ego y se integre en el sistema que gobierna a los países de la UE», escribía Luis María Ansón el pasado 1 de noviembre en un diario nacional. Sin comentarios, o solo uno: acredita el comienzo del párrafo de su hipermonárquico autor, que esto sigue siendo una monarquía bananera: ¿se acuerdan del «compi yogui», gran amigo de la regia pareja, poliimputado López Madrid y el elegante «merde» complementario? Iglesias se ha limitado, a pesar de su supuesta dureza, a pedir la comparecencia de la vicetodo para que informe sobre el tema, cuando evidentemente es de querella.

Se equivoca quien crea que son operaciones distintas el derribo de Pedro Sánchez y el acoso y pretenso ultimamiento de Iglesias y su partido. Son dos fases de lo mismo y fácilmente entendibles. Unos días antes de que se descabezara a Sánchez, el exbarón Rodríguez Ibarra se franqueo así: «Si el PSOE se alía con ellos [Podemos] me doy de baja». Se ha hablado reiteradamente de las maquinaciones del exministro Fernández Díaz con su policía política contra el independentismo catalán, pero nada de lo mismo hecho con Podemos para destruirlo: el informe PISA (Pablo Iglesias, SA) desestimado por el Tribunal Supremo como un mero corta y pega sin ninguna firma ni prueba.