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Cruceros de Madrid

Cuando se encontraban, charlaban unos minutos. Se lo encontró dos días seguidos. Lo encontró esquivo, huidizo, sin ganas de hablar. Pasaron unos días y lo volvió a encontrar. Lo abordó.

-¿Estás bien?.Te noto raro.

- Fue el sacacorchos de los sentimientos.

Triste, le confesó que ya no entendía el mundo en el que vivía. Recorría librerías buscando libros de Juan José Saer, que al parecer había escrito tres de los cien mejores libros en castellano de la historia, sin que él lo supiera. Nadie le había advertido del cierre de Caramelo cuyos trajes veneraba.

-Lo que más me duele es que Madrid quiera ser destino de cruceros y yo sin entenderlo. Le dio dos palmaditas de ánimo y farfulló que él tampoco lo entendía muy bien.

A Anunciada Fernández de Córdova y Alonso-Viguera la nombraron, hace poco más de un año, nueva responsable de la Oficina de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid. Su currículum es impresionante. Fue secretaria personal de la infanta Cristina, es diplomática y trabajó en el ámbito de la cooperación cultural en el Ministerio de Exteriores. Su último destino fue el de embajadora en Eslovenia.

No es cuestión de estar pendiente de las actividades de la señora de tan rimbombantes apellidos pero lo cierto es que hemos conocido su existencia al enterarnos de que organizaba el «Madrid Cruise Forum 2016». Un evento destinado a reflexionar sobre las posibilidades de Madrid como ciudad de destino u origen de cruceros.

El tema debe tener su enjundia porque han asistido profesionales del sector turístico, agencias de viajes, hosteleros, restauradores, responsables de museos, comerciantes y, sugiere su publicidad, «todos aquellos que puedan beneficiarse del tránsito de pasajeros de cruceros, en Madrid». El fascinante mundo del crucero atrajo a ocho millones de pasajeros en 2015 en nuestro país, mayoritariamente extranjeros. Muchos de ellos entran a España a través de Barajas y ahí es dónde Madrid ha visto la entradilla para beneficiarse. Optan al turismo «pre-crucero», «post-crucero», «overland» (sea lo que sea eso) y «excursiones». El secreto es el AVE.

Pongamos por caso que un norteamericano llega a España para hacer un crucero por el mediterráneo con origen en Barcelona, Málaga o Valencia. Madrid se lo querrá quedar unos días al salir o al regresar. Y ya está el lío armado.

Si en Valencia sabemos que esas hordas cruceristas solo pasan unas horas en la ciudad, se toman una horchata, siguen a alguien que levanta un paraguas, compran un par de imanes para la nevera y sólo un 37% de ellos va a un restaurante, sin especificar de qué tipo, que nos quieran hurtar la oportunidad de que pasen unos días aquí es una nueva agresión centralista.

Ciudades sin mar quieren ser destino de cruceros, desiertos quieren pistas de nieve indoor, rubios quieren ser morenos. Vamos a portarnos bien y conformarnos con lo que tenemos no sea que nos tomen por locos.

Sabe que se pone pesado explicando sus supuestos descubrimientos pero no puede evitar contárselos con alegría infantil. Está deseando contarle que se ha enterado de que en japonés el apellido va delante del nombre. Se ha hecho mayor, muy mayor, ignorándolo. Más le ha impresionado que la Real Academia de la Lengua (RAE) tenga una palabra para «follamigo» que no es «follamigo» sino «amigovio». Desiste de contarle lo de Madrid ciudad de cruceros.

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