Los últimos temporales de lluvia y nieve han sido una bendición para las reservas hídricas, aunque como suele ser habitual en otoño la intensidad de las precipitaciones ha causado daños e inundaciones en diferentes zonas del sur y el Mediterráneo. Se esperaba un mal otoño, seco y cálido, o al menos eso auguraban algunos pronósticos estacionales que, la verdad sea dicha, deben tomarse con cautela. La imagen de Sierra Nevada repleta de nieve, así como el tapiz blanco que ha llegado a muchas cordilleras españolas, le han alegrado la vida a los amantes de los deportes de invierno. Eso está muy bien, pero la mejor noticia es que estas precipitaciones cortan una mala racha, ya que en conjunto 2016 estaba resultando un año seco. Las reservas de agua lo van a agradecer y el paisaje del solar ibérico ha dado un vuelco en las últimas semanas, ya que hemos pasado de suelos baldíos a tierra empapada y perfumada con el inconfundible olor a lluvia. Además, en un vistazo de conjunto, se puede destacar el carácter generalizado de las precipitaciones, que muchas veces no alcanzan a todos los rincones de nuestro complejo territorio. Habrá que ver lo que da de sí el invierno, pero este final de otoño vestido de blanco y con los pluviómetros en plena faena es una buena noticia. El invierno meteorológico empieza el jueves, primero de diciembre. Aunque la estación astronómica arranca el próximo día 21, en lo climatológico el invierno se considera de 1 de diciembre a final de febrero. No es ninguna licencia meteorológica: diciembre es, en general, más frío que marzo y, por tanto, aquél es un mes más invernal que éste.