Hace escasos días, una amiga me mostró alarmada un enlace que había recibido por whatsapp. En él aparecía un titular que aludía a una presunta noticia cuyo contenido afectaba, en sentido perjudicial, a millones de españoles. Me escamó desconocer el supuesto medio que la divulgaba, denominado www.12minutos.com. Lo abrí en el ordenador para tener más opciones de observación en la pantalla y me topé con la cruda realidad: en la página principal de esa plataforma, a modo de subtítulo, aparecían las frases: «Crea tu broma ahora. Crea una noticia falsa y engaña a todos tus amigos». Ella se marchó tranquila; yo me quedé preocupado.

Páginas como la citada proliferan en internet. Con el nombre que utilizan, similar al de reputados medios de comunicación, con logos parecidos o con el vocablo noticias en su rótulo (unoticias.net, tus-noticias.info, notizas.com y un largo etcétera) buscan confundir al lector. No suelen especificar, una vez generada la fraudulenta información por el usuario pretendidamente bromista, que se trata de un texto de contenido amañado. Están programadas para generar enlaces y colgarlos (animan a ello directamente) en redes sociales o divulgarlos en grupos de wasap y así provocar confusión e indignación entre los desprevenidos lectores.

En esta ceremonia del enredo alguna de las citadas páginas digitales se burla incluso de quien pincha uno de sus enlaces. «Lo sentimos. Fuiste engañado. Todo esto es una broma», especifica notizas.com. Las menos, como noticiasfalsas.com, identifican desde el principio la farsa.

Este batiburrillo de plataformas especializadas en falsear la realidad y en dar pábulo a las fantasías y al supuesto sentido del humor de sus usuarios genera un doble efecto en el lector. Por un lado, en una etapa de caída de negocio y de recursos en el sector de medios de comunicación, contribuyen a ahondar en la pérdida de credibilidad. El receptor de la información, una vez confirmada la veracidad de la falsedad, se queda con un regusto amargo de desconfianza que le hará incluso dudar cuando lea, escuche o contemple una información contrastada y documentada. Digamos que abonan la sombra de la incertidumbre.

Por otra parte, estas páginas de informaciones ficticias fidelizan al consumidor habitual de medios de comunicación. Le inducen a remitirse a su cabecera de confianza y a aquellas consolidadas y con una credibilidad ganada a base de esfuerzo, de elaborar periodismo de calidad y de asentar una merecida reputación. Le permiten apreciar más la labor de quien le suministra a diario el preciado bien de la información. Eso sí, por el contrario, le inducen a recibir con cautela a nuevos medios.

En cualquier caso, flaco favor hacen a la sociedad, necesitada y a la vez saturada de noticias. Ayudan a mezclar el trigo con la paja. Los hechos ciertos y relatados tras su oportuno contraste con la ficción disfrazada de realidad. Y peor sirven a las redes sociales, que amplifican el eco de este fraude informativo. La mejor receta ante esta intoxicación es valorar el periodismo de calidad y disfrutar de su lectura, escucha o contemplación para obtener la visión más ajustada y contrastada de los hechos.