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L´Ullal

Habitación de hotel

Edward Hopper ( Nyack 1882, Nueva York 1967), fue uno de los principales representantes del Realismo del siglo XX. Nyack, el lugar donde nació, es un precioso pueblo a orillas del río Hudson, en el estado de Nueva York. A Edward siempre le gustó dibujar. En la casa natal del pintor, en la que fuera su habitación, en una vitrina se conserva una botella de cristal y varias cartas. Al parecer, un día, cuando Edward era adolescente, encontró en la orilla del río una botella con un mensaje dentro. Se pedía, a quien encontrase la botella, que enviase una carta a una dirección de Brookling allí indicada. Fascinado, envió una primera carta y así empezó a cartearse con la persona que había lanzado la botella. Debió de sentir compasión por aquel desconocido, que en su soledad, pedía un poco de atención a quien encontrase la botella que él había lanzado al río Hudson.

Hay quien opina que la pintura de Hopper es una simplificada representación de la realidad, y que trata como nadie la soledad del hombre contemporáneo. Como pintor urbano se fija en calles desiertas y silenciosas, en habitaciones donde aparecen figuras de personas solitarias, pensativas, siempre taciturnas. Sus rostros están impregnados de una profunda melancolía. Nos fascina Hopper por su capacidad para describir como nadie la desolación urbana. Y porque posee una enorme capacidad para plasmar, de manera rotunda, el vacío existencial de las sociedades modernas.

Entre sus pinturas destaca una que lleva por título: Hotel room. Se trata de una obra pintada al óleo en 1931. Fue su primer cuadro en gran formato y una de sus composiciones más ambiciosas. En la actualidad pertenece a la colección Thyssen-Bornemisza. Hopper fue un pintor capaz de trasladar como nadie a sus pinturas, escenas de una gran intensidad psicológica. Nos invita, al contemplar esa habitación de hotel, a reflexionar sobre la profunda soledad que llena la habitación. Y sobre esa mujer que vemos sentada en la cama, encerrada en sí misma, invadida de una gran tristeza y de una profunda melancolía. Parece como si se preguntara: ¿Qué hago aquí?, ¿Por qué estoy aquí sola? La fría luz artificial que ilumina la estancia, sus zapatos abandonados junto al equipaje, todavía sin deshacer, la figura de la mujer ensimismada que lee lo que parece una carta, en realidad son unos billetes de tren. Contemplar su aislamiento resulta sobrecogedor.

Hace unos días, al conocer la triste noticia de la muerte de Rita Barberá, de golpe me han venido a la cabeza los recuerdos de muchos momentos vividos en el ayuntamiento. Su fallecimiento en una habitación de un hotel de Madrid me ha hecho recordar esa impactante pintura de Hopper. Dolor y tristeza en la soledad de una habitación que nos conmueve a todos. Porque no hace falta compartir las ideas políticas de la que fuera alcaldesa de Valencia, ni tampoco estar de acuerdo con todas las decisiones que a lo largo de su larga vida política tomó, para conmoverse profundamente con su fallecimiento. No hacen falta esas coincidencias, basta con sentir compasión y respeto. Descanse en paz.

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