Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Por fin, la lluvia

Por fin ha llovido. Un gustazo, aunque no puedas decirlo ante un quiosco de prensa, en una reunión de adolescentes en su noche libre o a la señora que acaba de tender la ropa. Pero es un gustazo. Las culturas de regadío son propias de zonas áridas, claro (donde llueve tiran más a ganaderos), de modo que nunca relacionamos el agua que corre con la lluvia que cae. Comprobado. Cuando los árabes llegaron a Valencia, quedaba un algo de la vieja ciudad hundida en un tazón de polvo como el que señorea la sequía eterna del middle west con John Wayne de vaquero. El regadío piensa en el río como producto fisiológico de una garganta azul en el seno de montañas nevadas: el hontanar enuncia sus palabras de agua con voz inagotable de mantenedor fallero.

¿Inagotable? En absoluto. Después de alimentar «els paraísos de les Riberes» y «les fruites daurades/ baix les arcades de les palmeres», hemos conseguido agotar el Júcar y sus pantanos, de manera que mientras discutíamos si la culpa de la poca agua en la Albufera era de los regantes, de los cazadores, de los riegos ilegales de La Mancha o de la CHJ, llega la lluvia y lo arregla todo. Así me imagino yo la justicia divina: como un restablecimiento del equilibrio natural. Un otoño, insólito de tan normal, lluvioso, nos recuerda que hay colegios en los barrancos y en forma de barracón nazi: a los niños no los gasean, pero las estufas no acaban de tener buena combustión. Los colegios eran, hasta ayer, los edificios más hermosos de cada pueblo. Algo va mal (Tony Judt).

La lluvia es que aclara las cosas, y no sólo la atmósfera. Por ejemplo descubre las goteras, como las tres que he detectado, casi cataratas, en la estación Àngel Guimerà del metro. O la que tiene a bien recibirnos en el recibidor de mi finca, lo que nos recuerda, a su vez, la chapuza constructiva. Eso sí, los de Sueca siempre se las arreglan para salir en el Telediario, bien sea por la manga marina o tornado tejano del otro día, por los flamencos que se quedaron en su arrozal o el por buzo de las calles inundadas de hace unos años. «¡Glòria a la pàtria!».

Compartir el artículo

stats