El cambio climático en nuestro territorio no lo frenará un departamento de la Generalitat, por más presupuesto de que lo dotásemos. Es un reto tan descomunal que requiere de la participación de toda la sociedad, de un cambio radical de mentalidad a la hora de vivir, consumir y producir. Un cambio que no es sólo posible, sino también deseable y, hasta cierto punto, imparable. Si se aplicasen las prácticas más efectivas contra el cambio climático (en la gestión del suelo, restauración de ecosistemas, movilidad urbana, tratamiento de residuos, generación de energía, planificación urbanística o política económica) viviríamos mejor y en un entorno más saludable. Y no es ningún cuento. ¿O acaso respirar un aire mucho más limpio „cada año mueren centenares de miles de europeos por la polución„ reducir la factura de la luz a la vez que consume energía renovable y no contaminante, disfrutar de más parques y jardines, comprar productos de calidad producidos cerca de casa, pagar menos tasas de residuos y poder pasear por espacios naturales en mejor estado no es vivir mejor? Y todo esto conllevará crear miles de puestos de trabajo. Deshágamonos de esos eslóganes falaces que tan bien supieron repartir algunos durante el siglo pasado: la inclusión del medio ambiente en la toma de decisiones es la mejor garantía de nuestro bienestar, no la antítesis del progreso. Es, de hecho, el progreso mismo.

Con una enmienda no se arregla nada por completo. Ni siquiera con los presupuestos de un año, o de una legislatura entera. Sin embargo, son los pequeños cambios de rumbo los que nos permiten ver que hay un proyecto más allá del día a día, y que, aunque sea poco rentable en el corto plazo, se intenta moldear el futuro sin las restricciones temporales de los mandatos parlamentarios. Podemos ha presentado una enmienda para la creación de una Oficina Valenciana de Cambio Climático que se votará en unos días en les Corts. Y no, si se aprueba Trump no desaparecerá, ni esto se solucionará de un día para otro. Pero el parlamento autonómico enviaría un mensaje claro y directo: nos preocupa nuestro futuro. Como ciudadano, es algo que me gustaría escuchar. Que necesito escuchar.

¿Qué sentido tiene una oficina, un ente más? ¿Hace falta? La respuesta es sí. La Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente es de las más castigadas por los recortes y un déficit endémico de cobertura de vacantes, que el trabajo extenuante de sus responsables no puede (ni debe) suplir. La rama ambiental anda tremendamente atareada con la dura (y necesaria) implantación de un sistema de retorno de envases. Y apenas nos queda tiempo para hablar de cambio climático, para evaluar las políticas, para abrir el melón de la conversación ciudadana y la participación. Otros territorios y países ya han iniciado planes ambiciosos para repensar cómo quieren que sea su futuro y qué papel quieren jugar en él. Están apostando por la innovación, la ciencia y el empoderamiento ciudadano en un tema que definirá este siglo y a todos los que, durante poco o mucho trecho, lo viviremos. Luchar contra el cambio climático es luchar por un mundo mejor, y una oficina valenciana no es la solución definitiva, pero sí una herramienta necesaria. Si de verdad nos creemos que el calentamiento global es el gran reto del siglo XXI, una oficina y una enmienda no deben ser el objetivo, sino sólo el comienzo. Ganémonos el futuro y pasemos, de una vez por todas, de las palabras a la acción.