A poco más de un mes de su toma de posesión, el controvertido presidente electo de EEUU, Donald Trump, ya ha dado forma sustancial a su futuro gabinete, con la elección de sus principales altos cargos. Y, desde luego, no puede decirse que haya defraudado las expectativas.

En primer lugar, la mayoría de escogidos no goza de experiencia en la Administración (salvo excepciones como Rick Perry, ex gobernador de Texas y futuro secretario de Energía€ un departamento que quiso suprimir, hace cinco años) y, en cambio, sí la tienen en el campo de los negocios, como el propio Trump (serían los casos del secretario de Estado in péctore, Rex Tillerson, ex presidente de la petrolera Exxon Mobil y con buenas conexiones con la Rusia de Vladimir Putin o de Wilbur Ross, próximo secretario de Comercio, tiburón de Wall Street y con una fortuna estimada de 2.500 millones de dólares).

Además del flanco business friendly, Trump también ha optado por rodearse de militares en los principales puestos de seguridad€ y de la línea dura (como el nuevo secretario de Defensa, el ex general de marines James Mattis o Michael Flynn, asesor de Seguridad Nacional, también simpatizante del putinismo y con una retórica que bordea la islamofobia).

Pero la incógnita sobre qué piensa hacer Trump a partir del 20 de enero persiste. Porque, más allá de aplicar una política más dura hacia China (lógica, a partir de su discurso proteccionista de campaña), hay quién cree que no podrá ir más allá, en su modo de actuar anti-establishment. Y que, en el fondo (piensan muchos), es retórico. De lo contrario, tiene difícil explicación la elección de un alto cargo de Goldman Sachs, Steve Mnuchin€ como nuevo responsable del Tesoro.