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Mariano sucede a Rajoy

Intérpretes de las profecías de Nostradamus anuncian para 2017 un petardazo atómico, guerras por el cambio climático, la muerte del Papa y otras desdichas que sería prolijo enumerar. Por fortuna, raramente se cumplen estos augurios de comienzo de año, como es fácil comprobar por anteriores ejercicios de predicción. Lo único seguro -aunque no lo augure Nostradamus- es que Mariano Rajoy seguirá siendo presidente del Gobierno en España este año y un número indeterminado de los que están por venir.

Al presidente conservador iba a tomarle el relevo Pedro Sánchez en combinación con Pablo Iglesias o Albert Rivera; pero qué va. El previsible sucesor de Rajoy en el cargo ha sido Mariano, que parece el mismo aunque ha cambiado mucho tras diez meses de interinidad. Ahora ya se da el gusto de elegir incluso a su oposición.

Con solo ciento y pico diputados no había nada que hacer, así que Rajoy decidió no hacer nada. Los aspirantes a madrugarle el cargo dieron por hecho que el de Pontevedra estaba políticamente muerto, aunque luego se sabría que el muerto andaba tomando caña y leyendo el Marca, como en la canción de Peret.

De ahí que los candidatos a marianear en La Moncloa se enzarzasen durante meses y meses en una pelea de gallos que acabó por dejarlos a todos sin cabeza, además de hartar al personal.

Dos elecciones en menos de un año y la perspectiva de unas terceras fueron más de lo que podía aguantar un electorado como el de España que, a pesar de las apariencias, tira más bien a conservador. La fácil razón es que hay mucho que conservar en un país donde la mayoría de la población posee casa y coche, aunque ande corta de trabajo.

Consciente de este detalle, Rajoy -que es hombre de orden, como casi todos los españoles- optó por la liberalísima fórmula del laissez faire, laissez passer. O sea: dejar hacer a sus rivales y dejar pasar el tiempo.

Intuía seguramente que sus bisoños contrincantes acabarían por montar el follón que, en efecto, montaron. Nada más apropiado para tapar las vergüenzas de su partido, al que la corrupción llegaba hasta las cejas. Como era previsible, muchos votantes de este país de propietarios acabaron por taparse la nariz y votar a la candidatura que encabezaba un registrador de la propiedad. Las perspectivas de los otros opositores a una plaza en La Moncloa eran aún más alarmantes, por lo que parece.

Sin más que aplicar la filosofía del quietismo difundida por el español Miguel de Molinos a mediados del siglo XVII, Rajoy ha conseguido lo que se proponía tras su pírrica victoria de hace un año. Su modelo era la gran coalición entre la derecha y los socialdemócratas que encabeza Ángela Merkel en Alemania: fórmula que ya ha comenzado a aplicar aquí informalmente.

Al igual que la canciller con mando en Berlín y en Europa, el primer ministro español ha concedido a los socialdemócratas una subida del salario mínimo y medidas de protección para quienes no pueden pagarse la luz. Es previsible que convenga aún más medidas con ellos, como corresponde a un pacto no escrito muy del gusto de Rajoy, que acostumbra a trabajar con sobreentendidos.

A cambio, el presidente que pasó de fijo a interino y ahora ha recuperado la plaza, se asegura seguir en el mando haciendo como que no manda. El año nuevo, como los anteriores, vuelve a ser año mariano.

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