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El fantasma del sanchismo recorre el PSOE

Pedro Sánchez ha hecho caso omiso a los que buscaban, por todos los medios, que no se presentara a la Secretaría General del PSOE. Lo intentaban con la estrategia clásica del palo y la zanahoria. El palo, Susana Díaz: no te presentes, Pedro, porque tengo controlada a la militancia en Andalucía y los suficientes pactos con otros líderes territoriales como para amarrar el resultado y obtener una victoria de las que a mí me gustan, diseñada desde el PSOE de Andalucía para que no haya sorpresas. Y la zanahoria, a cargo de Patxi López: no te presentes, Pedro, y ven conmigo, el hombre de consenso, que ya me encargaré de darte un puesto a mi vera como número dos.

El movimiento de López buscaba no sólo postularse como tercera vía de consenso, sino hacerse con los partidarios del sanchismo sin Sánchez. Una oposición a Díaz (si se puede denominar oposición) de perfil bajo, sin estridencias „hay quien diría que también sin contenido práctico„ para hacerse con votos sin sangre. Una oposición que, además, tiene la ventaja de legitimar a la propia Díaz al darle un competidor dócil y agradecido, quien, tras su previsible derrota, se fundiría en un abrazo de consenso con ella y ocuparía plácidamente un puesto prominente en el PSOE al lado de la lideresa andaluza. Así que el vasco sólo podía ganar... ¡aunque perdiera! (Y no sería la primera vez).

Pero la aparición de Sánchez va a dejar totalmente fuera de juego al exlehendakari (de hecho, por eso se postuló antes; para cortarle el paso al ex secretario general), porque previsiblemente se hará con los votos de los militantes opuestos a Díaz y a lo que ella representa. Algunos de los barones semicríticos que se habían acercado a López quizás se lo piensen dos veces y se vayan con Díaz «para propiciar un debate interno dentro del socialismo», o cualquier otra excusa similar, detrás de la cual esté ese principio tan humano de arrimarse al sol que más calienta.

Es sintomático del estado del socialismo español que Pedro Sánchez, con todos sus defectos y errores, tras sus dos derrotas (90 y 85 escaños) en sucesivas elecciones generales, esté en condiciones de postularse de nuevo a la Secretaría General del PSOE (a la que llegó, no lo olvidemos, aupado por Díaz y sus comisarios políticos), y que tenga alguna posibilidad de lograrlo. Todo porque Pedro dijo no. No a Mariano Rajoy, pero también a Díaz y a sus compañeros que querían abstenerse para permitir la investidura del líder del PP (y a fuer que lo consiguieron, aunque fuera a costa de dejar desangrado el PSOE tras un proceso tan emocionante como inverosímil). Con lo que, hoy por hoy, Sánchez encarna el PSOE de todos los que quieren que el PSOE se distinga algo del PP y ofrezca un discurso distinto. Ya ven cómo ha degenerado la cosa, que ese discurso no nos habla ya de cuestiones programáticas o ideológicas, sino de un simple no.

Claro que el discurso de Díaz, aunque diga más cosas que el de Sánchez, dice cosas que no significan nada; palabrería efectista para, en esencia, seguir el juego de la derecha española allá donde va; pactar con Ciudadanos en Andalucía y con el PP en Madrid. Puro socialismo. Díaz aún no se ha postulado, pero todo el mundo supone que esta vez sí que lo hará. Si no fuera así, sería otra vía para que Patxi López, el hombre de consenso, lograse la Secretaría General, por el mismo procedimiento que en su día Pedro Sánchez: aupado por el PSOE andaluz.

Es para mí un misterio el motivo por el cual hay gente que piensa que la lideresa andaluza es la esperanza blanca del socialismo, un nuevo amanecer de la izquierda en España, y sobre todo que tiene un genuino tirón electoral que pueda llegar más allá del paso de Despeñaperros. Bueno, quizás sea porque tiene poder (y mucho presupuesto a su disposición). Y el poder, en España, irradia grandeza.

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