Los cuatro principales partidos de este país elaboran documentos para debatir en sus congresos y de ahí saldrán las propuestas para futuras elecciones. Como todavía soy un optimista impenitente, confío en que el PSOE consiga establecer una hoja de ruta alejada del pactismo con el PP, capaz de terminar de una vez por todas con barones, que usurpan las aspiraciones de los militantes de sus agrupaciones y actúan en el partido como reyes de taifas, con las presencias vitalicias en las listas electorales y las puertas giratorias; pues estas son las barricadas en las que se atrinchera la vieja guardia del partido con sed de vehículo oficial y privilegios.

También confío en que Podemos se dote de una estructura participativa ágil que le permita cambiar la realidad de este país desde las instancias locales, autonómicas y desde el congreso de los diputados, sin traicionar sus orígenes de clase pero facilitando las alianzas de las fuerzas de progreso y alejándose de caudillismos tóxicos. Sería una excelente noticia que se limitaran las prerrogativas de los dirigentes y se evitara el vergonzoso espectáculo de justificar el pelotazo urbanístico de los amigos que se aprovecharon de informaciones privilegiadas y que se presentan como adalides de la gente desde su poltrona del senado.

En cuanto a Ciudadanos, me alegraría saber que esta formación, aunque no cambie su cabecera, toma medidas efectivas para no contaminarse de la corrupción que ha afectado a PP y PSOE en sus acciones de gobierno y que, lejos de crear un nuevo espacio liberal indefinido, se comprometa con las necesidades de las clases medias de este país y sepa articular un programa que le acerque a los agentes del cambio y no a las posiciones más conservadoras.

Es difícil ser optimista en lo tocante al PP. El partido se presenta con un único líder que ha sabido hacer, de los errores de sus oponentes, virtud de su hieratismo; pero no renuncio a pensar que en este partido hay gentes inteligentes y honradas, que están asqueadas de los espectáculos de corrupción y nepotismo que aquejan al partido. Estos militantes de buena fe podrían dar sorpresas, aumentando el control sobre sus cargos electos, oponiéndose a mangoneos y acciones en diferido, levantándose contra los intereses de las grandes compañías y su explotación sistemática de los trabajadores y sus artimañas para no contribuir a las arcas públicas. Un PP con una nueva visión del país más moderna y funcional y con una filosofía de diálogo, opuesta a la trayectoria del que gobernara el país en los últimos cuatro años, sería una bendición.

Lamentablemente, estar fuera de la disciplina de los partidos tiene la contrapartida de no poder influir en sus propuestas, pero, sería estupendo que todos ellos entraran en una senda de sensatez y diálogo al servicio de los ciudadanos y confío en que estas líneas toquen la fibra de algún militante con deseos de cambio.