La palabra «contra» denota posición y contrariedad de una cosa con otra, según la RAE, por eso es preferible no hablar de ir «contra el acoso escolar», sino de posicionarse a favor de la convivencia. Precisamente, el coaching pone a disposición de la comunidad educativa herramientas para generar nuevos patrones de actitud y para acompañar hacia el cambio positivo a las personas que participan de alguna manera en una agresión en una escuela.

Porque el acoso escolar no es solo cosa del acosado y de su acosador, sino que implica a todo su entorno, en el que se dan cita tanto los padres y los profesores como los testigos y cómplices de esta situación. Ofrecerles unas reglas básicas que luego puedan desarrollar ha de ser el objetivo, más que poner tiritas sobre las personas. Es preferible enseñarles a gestionar el acoso escolar, a que consigan respetar la singularidad de cada uno, un concepto primordial para aprender a convivir.

Por su parte, los niños afectados por una situación de conflicto o de violencia deben asimilar herramientas para salvar las adversidades, de manera que abandonen los roles de acosado y de acosador. Eso sí, teniendo en cuenta que cada niño y cada niña es un mundo, por lo que no hay una fórmula exacta para que deje de desempeñar esos papeles. Además, percibimos una alarma generalizada sobre el acoso y no todo lo es, pues este existe cuando hay una repetición continuada de la acción y quien lo recibe no tiene la capacidad de resolverlo.

Una realidad cuya raíz reside, en parte, en que la mayoría de los jóvenes de ahora se esfuerzan poco o nada, en general, por conseguir lo que quieren y, ante su insistencia, se lo damos todo hecho, lo cual les lleva a generar menos mecanismos de resilencia y a no tolerar la frustración.

Pero es importante insistir en que todos formamos parte del sistema y somos responsables del acoso escolar; tanto los implicados directamente como su entorno, que debe tender puentes hacia la estabilidad y la armonía en las aulas con comportamientos que las impulsen. Uno aspectos en los que incidirá la Jornada para la Convivencia en el Aula, que se celebra hoy en el Centro Deportivo y Cultural La Petxina de Valencia.

Por ejemplo, que los padres dediquen tiempo de calidad a sus hijos, que los profesores tomen conciencia de su papel de gestores de personas y la necesidad de formarse para ello, y que los llamados «cómplices», aquellos alumnos que presencian una agresión, pero no denuncian, vean que la verdadera fortaleza radica en posicionarse en contra del desequilibrio y de lo injusto.

Porque los niños son el resultado de nuestras acciones como sociedad y si queremos un cambio es conveniente que modifiquemos nuestros hábitos. Como la combinación de exigencias y de premios por parte de los padres y de las madres con los hijos, verbalizar tanto lo orgullosos que se sienten de ellos y de ellas como que no han hecho lo suficiente en alguna materia.

En resumen, que trabajando desde el germen de la sociedad, los jóvenes, conseguiremos que los adultos del mañana sean capaces de gestionar sus emociones, planificar su vida y, en definitiva, ser felices.