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Sobre fianzas y condenas

Las condenas de Miguel Blesa y Rodrigo Rato dejaron en un limbo informativo la libertad sin fianza de Iñaki Urdangarin que podrá seguir viviendo en Ginebra la ciudad de Calvino y Rousseau, a la que Borges debía, según él mismo dijo, el descubrimiento del francés, el latín, el alemán, el expresionismo, Schopenhauer, la doctrina de Buda, el taoísmo, Conrad, Lafcadio Hearn y la nostalgia de Buenos Aires.

El marido de Cristina de Borbón se conforma con pasear en bicicleta. La vida al lado del lago Lemán hay quien dice que es más aburrida que una ostra y más cara que una llamada a la Luna, o que alimentar a un burro a bombones, y, por eso seguramente a Urdangarin lo han eximido de la incomodidad de tener que pagar 200.000 euros para no ir a la trena. No ingresará de momento en prisión y mantendrá el pasaporte para poder seguir residiendo en Suiza. Rato y Blesa, la pareja cómica de las tarjetas «black», han sido condenados a cuatro y seis años de cárcel por apropiación indebida. También se podría decir por su compulsiva utilización del crédito que cargaban a la cuenta de la entidad bancaria que dirigieron y cuyo rescate pagamos de una manera u otra todos los españoles.

Si a Rato se le acumulan las condenas por su codicia el problema es que no va a tener años suficientes para poder cumplirlas. Algunos de los consejeros que utilizaron las famosas tarjetas negras tienen posibilidades de evitar la cárcel al haber devuelto el dinero que gastaron de forma indebida. Así es como debería funcionar el asunto: todos los condenados al talego hasta que no devuelvan el último euro. Los que no han ingresado en prisión a reintegrarlo ipso facto: ese es el tipo de fianza que se les debería imponer. De lo contrario y mientras tanto a cumplir la condena.

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