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¿No va a ganar?

No hay ninguna encuesta que niegue la victoria a Marine Le Pen el 23 de abril en la primera vuelta de las presidenciales francesas. Sin embargo, la creencia más extendida es que la ultraderechista será yugulada el 7 de mayo en la segunda. La defenestración llegará, se confía, gracias a la confluencia de los conservadores menos radicales, los centristas, los socialdemócratas y los izquierdistas.

Este cuento de la lechera se alimenta del recuerdo de la estruendosa victoria de Jacques Chirac en 2002 sobre Jean-Marie Le Pen. Chirac, que en la primera vuelta se había quedado en un 19,88%, se disparó hasta el 82,21% gracias a un electorado de centro e izquierda que popularizó la pinza nasal. Pero desde entonces ha crecido el malestar y nadie puede ya jurar que muchos izquierdistas no se queden en casa y que muchos conservadores no voten ultraderecha.

Sobre todo si el rival de Le Pen en la segunda vuelta fuese el católico conservador Fillon, ante quien la izquierda, más que pinza, necesitaría un cauterio obturador de narices. De hecho, un sondeo difundido el jueves da ganador a Fillon por un pobre 55%-45% al que hay que descontar hasta tres puntos de error. Un colchón demasiado magro para no recordar que tampoco podía ganar Trump ni, claro, el «brexit».

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