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Con dos tacones

La criticada desenvoltura de la asesora de Trump ante los rectores universitarios

Kellyanne Conway, asesora de Trump sin funciones específicas, protagonizó este lunes su segunda gran pifia en los apenas 40 días de la nueva administración. Hace un par de semanas ya fue reconvenida en público por haber aprovechado una entrevista oficial para hacer publicidad de la ropa que vende Ivanka, la hija de su jefe. Tras mezclar de modo tan poco sutil lo público y lo privado, se anunció que Conway dejaría de actuar como portavoz oficiosa de Trump en televisión.

Al parecer su giro de negocio la ha llevado a fotografiar las audiencias presidenciales. Y aquí llegó el segundo desliz. En busca del mejor plano, la esforzada Conway se subió, con sus zapatos de tacón y todo, a un sofá del Despacho Oval, lo que le ha valido duras críticas en la prensa y en las redes sociales. Su gesto ha sido interpretado como una falta de respeto al lugar y a las personas que en ese momento lo ocupaban, aunque en su descargo ha de resaltarse que, dentro de EE UU, nadie critica a los presidentes por su zafia costumbre de poner los zapatos sobre la mesa que preside su despacho oficial.

Ya se había advertido desde que se conoció el resultado de las elecciones de noviembre que Trump tendría problemas para diferenciar lo público y lo privado. Lo que no se había previsto es que esa dificultad fuera a extenderse tan deprisa a su entorno. Sin ir más lejos, hace unos días también irritó una foto de la propia Ivanka sentada en el sillón presidencial de ese mismo despacho.

Claro que si se tiene en cuenta que Trump estaba recibiendo a rectores de universidad a lo mejor se entiende un poco más la liviana despreocupación de Conway. En el entorno de Trump la universidad, aunque sea de elite, es un lugar en el que conseguir una plaza es sólo cuestión de dinero. Él, que entró por una puerta trasera en la afamada escuela de negocios Wharton, lo sabe bien. Y aún mejor lo sabe su yerno y consejero, Jared Kushner, marido de Ivanka, quien logró una plaza en Harvard a pesar de que su expediente estaba a años luz del mínimo exigido. Su padre, esa es la clave, había hecho una providencial donación de 2,5 millones a esa universidad unos pocos meses antes.

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