Cada cual tiene su estilo para intentar transmitir a sus hijos la importancia de la responsabilidad e integridad que debe caracterizar a la persona. En mi caso, con una hija que ya ha superado los veinte años, consiste en relatarle las peripecias y sacrificios de sus ascendientes, tal como los viví o me fueron contados. Le desgrano, no sé si de forma cansina, mis recuerdos, no tan lejanos, de unas abuelas que se levantaban al alba, con el canto del gallo. Mujeres con delantal, asiduas a unos lavaderos que hoy son monumentos sin sentido para las nuevas generaciones, expertas en el arte de sostener a la prole, compañeras de maridos muy a menudo ausentes que se deslomaban de sol a sol en fábricas o en campos abiertos al cielo. Entendedoras de economía doméstica, bricolaje, arte culinario de supervivencia, peluquería, confección... en definitiva, de crianza.

Le hablo de mujeres que vivieron un siglo convulso, de hambre, miseria, pobreza, caciquismo, guerra y posguerra. Tiempos de penuria en los que el esfuerzo era el pan de cada día, con jornadas interminables, y donde el principal aliciente era la esperanza de que los hijos e hijas tuvieran el camino algo más fácil. Es verdad que los nuevos tiempos, con la democracia, los avances tecnológicos y el progreso hicieron el resto, pero sin el empuje de aquellas generaciones de mujeres, el salto no habría sido posible. Gracias a sus denuedos hoy nuestras hijas son mayoría en la universidad, ocupan puestos en las empresas, en la política... y hacen posible que la equiparación entre hombres y mujeres ya no sea una utopía. Ciertamente aún queda senda por recorrer.

Hoy, políticos y analistas hablarán del 8 de marzo. Como cada año, se referirán a mujeres que esculpieron su nombre en el frontispicio de la Historia y glosarán los hechos más importantes de lo que consiguieron y de las metas que aún están pendientes. Concepción Arenal, Clara Campoamor, Emilia Pardo Bazán... Está muy bien y es indiscutible. Sin embargo, yo hoy quiero rendir homenaje a aquellas mujeres que tuvimos la suerte de conocer, que fueron maestras con su ejemplo, que grabaron en nuestra memoria recuerdos que, pese al paso de los años, continúan acompañándonos. Mujeres que no tuvieron oportunidad alguna de inscribir su nombre en la historia, pero que permitieron, sin saberlo, que las mujeres de hoy sean dueñas de su propio futuro. Aunque a veces me ponga pesado, eso es lo que quiero que tenga siempre presente mi hija.