Las abstenciones del PSOE son como terremotos de alta intensidad. Sus efectos son devastadores y producen daños irreparables en un amplio sector del electorado. En algún caso, la catástrofe es previa a la votación abstencionista. Así ocurrió con la enorme trifulca que precedió a la votación para que Mariano Rajoy pudiera ser presidente. Sus daños fueron de una intensidad tal que no había precedente con que poder compararlos. Dimisión de media Ejecutiva seguida de la del secretario general y profunda sensación de que no se había tenido en cuenta la opinión de la militancia. Todavía en estos momentos se perciben peligrosas replicas en todo el país.

En otros casos, los daños no son percibidos de inmediato y solo algunos experimentados analistas los pueden percibir en los resultados electorales. Baja el PSOE y casi nadie encuentra una explicación razonable sin recordar que son muchos los que se cansan de tanta abstención e incumplimiento de promesas electorales.

Este es el caso de la abstención en la toma en consideración de la proposición de ley orgánica sobre la eutanasia presentada por el grupo Podemos, En Comú y Marea. No se trataba de aprobar la ley, sino tan solo de permitir su discusión y debate parlamentario. La proposición fue rechazada por 130 votos del Grupo Popular y 2 del Mixto. Votaron a favor Podemos (67), Esquerra Republicana (9), PNV (5) y 5 del grupo mixto. Total a favor: 86. Las abstenciones fueron del PSOE (83), de Ciudadanos (32) y del grupo mixto (7). Total, 122 abstenciones.

O sea, que si el PSOE no se hubiese abstenido, una vez más, el inicio del debate habría sido posible, tal como viene diciendo el PSOE desde 2004 (¡hace 13 años¡) cuando en su programa electoral prometía la creación de una comisión en el Congreso para debatir sobre la eutanasia. Ahora, repito, 13 años después, sigue diciendo que «no es el momento y que promoverá el debate cuando haya el consenso adecuado».

¿Hasta cuantos años cree el PSOE que pueden aguantar los ciudadanos esta indefinición? El dolor insoportable de los que ya no tienen ninguna esperanza de vida y deseen libremente, debidamente informados y con todas las garantías, acabar con su sufrimiento quedará, otra vez, pendiente hasta que los que deciden el sentido del voto, les parezca que ha llegado el momento. Las encuestas más serias coinciden en que más del 80 % de los ciudadanos está a favor de que se estudie y legisle sobre la eutanasia; el porcentaje llega al 90 % entre los votantes socialistas, y supongo que entre los militantes del PSOE este porcentaje llegaría al 99 %. ¿Por qué, pues, se impone el criterio de ese 1 % oculto en un partido democrático? Inexplicado misterio.

Otro modelo de abstención es el que, según parece, se va a producir próximamente con el debate y votación presupuestaria. Se puede votar en contra y al mismo tiempo que uno o los votos socialistas que hagan falta voten a favor. Así de fácil. Están contra los presupuestos pero colaboran en su aprobación.

En los tres casos citados, el PSOE facilita la acción del gobierno del PP. Y no serán los últimos casos. Según el diccionario de la Real Academia, abstenerse es «no participar en algo a que se tiene derecho», y el María Moliner incluye en su significado la idea de inhibirse y desentenderse. Se mire como se mire, sorprende y duele que un partido que quiere ser gobierno no participe, se inhiba o desentienda en temas tan importantes, dando la sensación de que le da igual blanco que negro, aunque sus votantes y militantes piensen que la verdad es que les da igual el rojo, el azul o el púrpura cardenalicio.