Entiendo perfectamente que Isabel Bonig no pueda decir lo contrario. Que cuando dice que «ha pasado el tiempo de lamentar los errores del pasado», no pueda decir, sin embargo, que «ha llegado el momento de pagar las consecuencias de los delitos y faltas, probados o supuestos, del pasado». Y lo entiendo porque, ante un congreso que quiere ser inaugural, se impone el borrón y cuenta nueva. El más simple proceso digestivo y Nietzsche nos enseñan que sólo el querer y poder olvidar deja sitio para que entre algo nuevo y que Funes, el memorioso, es funesto para la vida de cualquier organismo. Por el contrario, Isabel Bonig también debería entender perfectamente que, sin llegar al rencor, los tiempos son distintos para unos y para otros y que las prisas por pasar página no son las mismas, que los tiempos judiciales corren parejos a los políticos y a los biográficos, y que el PPCV actual tiene tantos mimbres del pesado pasado que parece el mismo capazo.

Así como las primarias del PPCV no interesaron a nadie, ni siquiera a su militancia, parece que las primarias socialistas interesan mucho... a los socialistas. A la vista de lo que viene sucediendo, tras el anuncio del anuncio de la anunciación de Susana Díaz, dos cosas parecen evidentes: que los partidarios de la andaluza no aceptarán otro resultado que el de la victoria; y que la desproporción de fuerzas puestas en marcha no se corresponde con la proporción de las voluntades en juego. Parece tan nítido el mensaje de que Susana Díaz es el PSOE, con su padre metafóricamente fontanero, y que el PSOE publicado la apoya, y que Pedro Sánchez es el antipsoe, que cualquier resultado que no coincida con la victoria de la yegua ganadora romperá el partido. No hay caballo ganador.

Desde la realidad y la cooficialidad, la lengua minorizada es el valenciano. La lengua a promover y proteger es el valenciano. Eso no es una imposición, sino la forma de garantizar un derecho. Todos le piden a Marzà, como a Job, que sea razonable y uno piensa que el decreto es razonable en su contenido y en su momento. Pero ¡ojo!: sabemos, desde Kant, que el uso de la razón pura da lugar a antinomias en las que resulta razonable una cosa y su contraria. Digo esto porque algunos defienden el valenciano y otros el valencià no. Y todo es distintamente razonable, dependiendo de lo que se quiera.

Hablando de això. En su congreso, el PPCV pedirá con su concordante discordia que el valenciano de la RACV también sea normativamente oficial. Así como en el ámbito del espectáculo tuvimos una Norma Duval, el PPCV quiere, en el ámbito de la lengua, una norma dual, y que algo sea fuera de juego según pite el árbitro de banda o el de campo. Es más, Pedro Cuesta, por aquello de la sacrosanta prioridad de la libertad de los padres sobre la de tíos y sobrinos, pide una normativa hecha de excepciones y no de reglas. Menja, menja, que encà´en quea.