Hoy 4 de abril del 2017, los padres y madres de los estudiantes de la Comunitat Valenciana votan si desean o no que se implante la jornada continua en su centro. Pero quizás, el problema actual que tenemos en el sistema educativo español no reside en si la jornada escolar ha de finalizar a las 3 o a las 5 de la tarde. El problema reside en cómo distribuir las actividades, los tiempos, los espacios, etcétera para asegurar un aprendizaje significativo, relevante, lúdico, atractivo y de calidad para todos nuestros estudiantes. En cómo enseñar, utilizando otras metodologías más innovadoras y conectadas con el mundo digital, así como también, en cómo potenciar un uso y no un abuso de la evaluación, desde la vertiente auténtica, formadora y educativa. En la actualidad, los tiempos escolares están asfixiando a nuestros estudiantes con la condensación de curriculum, con la obsesión por evaluarlo todo, dedicando algunas veces más tiempo a evaluar que a enseñar.

Más que hablar de la jornada continua o partida, necesitamos que todas nuestras energías se dirijan a un debate en el que se cuestione qué escuela tenemos y qué escuela queremos, porque algo estamos haciendo mal para que cada vez sea mayor el porcentaje de fracaso escolar y abandono, tal como nos demuestran informes y estudios nacionales e internacionales. Por ejemplo, el último informe de la OCDE publicado en marzo sobre la situación educativa en nuestro país señala que España «sigue teniendo» los niveles más altos de abandono escolar temprano de toda la Unión Europea.

A nuestros políticos les debemos pedir que se pongan de acuerdo ya de una vez, dejen de atacarse unos a otros, escuchen a la comunidad académica y ayuden a plantear medidas en todos los niveles que posibiliten una mejora de la política educativa encaminada a cambiar los resultados actuales. Aunque se trata de una cuestión de todos (profesorado, padres...) son los políticos quienes tienen en sus manos la oportunidad de cambiar el rumbo a través del ansiado pacto educativo. Sin olvidar nunca que este pacto, ante todo, ha de estar al servicio del principal protagonista de la educación: el alumnado.