Estamos en un ciclo de recuperación de nuestra memoria democrática por parte de las organizaciones políticas y sociales que, históricamente, han luchado por la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas de la dictadura franquista, ciclo al cual se han sumado o impulsado incluso instituciones públicas gobernadas por fuerzas progresistas o de izquierdas. Algunos ejemplos los encontramos en los diferentes actos y homenajes como el de la capitalidad republicana de Valencia, a figuras como Alejandra Soler, comunista y maestra, o Josep Almudéver, uno de los últimos brigadistas internacionales que defendieron la legalidad republicana frente al alzamiento militar franquista.

También son destacables la exhumación de los asesinados en fosas comunes por la represión franquista, el hecho de que se haya decidido patrimonializar importantes huellas republicanas como los refugios antiaéreos, lugares señalados como el Puerto y el Mercado de Alicante, el campo de concentración franquista de Albatera o el aeródromo de El Fondó, en Monòver, desde donde salió el gobierno legítimo al exilio. Y, por supuesto, no nos podemos olvidar del 80 aniversario del II Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura, que en 1937 reunió a lo mejor de la cultura del momento, comprometida con eliminar al fascismo, en un intento de salvar a la humanidad, preludio de lo que vino después, entre otras muchas actividades conmemorativas.

Pero junto a esta etapa necesaria y urgente de memoria, hay que seguir luchando por la justicia y la reparación de las víctimas individuales y colectivas de esta etapa histórica. Si no somos capaces de conseguir justicia y reparación total, corremos el riesgo de convertir en piezas de museo a nuestra memoria, quedando encerradas en vitrinas, perdiendo su espacio público, su razón de ser.

El mejor homenaje será construir una república, la tercera, basada en los principios, valores y avances que inició la segunda, truncada por la violencia y la represión. Y para ello, en la agenda política y en las definiciones de las organizaciones de izquierdas y progresistas debe seguir la república como una seña de identidad y un plan de acción que articule las luchas por pan, trabajo y dignidad, democracia y participación política, soberanía económica, autogobierno, feminismo de clase, internacionalismo solidario, y todo ello con el modelo de estado republicano.

Quizás hemos perdido una oportunidad en los últimos años, cuando el régimen del 78 y la transición controlada se tambaleó, y cuando llegó el ciclo electoral con sus actores y la monarquía se reacomodó y se legitimó un nuevo período en el Estado, de nuevo monárquico, sin haber tenido un proceso constituyente que permitiera hablar colectivamente de todo y cambiar todo lo que debiera ser cambiado. Pero no todo está perdido. La construcción de la república futura debe hacerse desde la mirada completa de la memoria y la lucha presente. Una lucha que construya desde la unidad. En ello seguimos. Y las banderas republicanas seguirán ondeando en cada vez más instituciones públicas, aunque le pese al señor Moragues. ¡Viva la República!