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¿Tan pronto se olvida la historia?

El presidente Donald Trump quiere que los países de la OTAN cumplan sus obligaciones con la OTAN y aumenten su gasto militar, y eso hay que justificarlo.

El enemigo vuelve a estar en el Este, como tantas veces durante "el corto siglo XX" (Hobsbawm), y hay que establecer un cordón sanitario desde Rumanía hasta el Báltico.

Estados Unidos ya ha comenzado a enviar a Polonia parte de los 4.000 militares que pretende estacionar en la frontera de ese país con Rusia, su mayor despliegue militar en Europa desde el final de la SGM. ¡Y eso que la OTAN había quedado, según Trump, obsoleta!

Washington afirma ahora que sus tropas se irán rotando cada nueve meses para no violar, al menos en la letra, los acuerdos firmados con Moscú, que prohíben una presencia militar permanente.

Tropas y armamento que participarán, según se requiera, en maniobras de la OTAN tanto en Polonia y las repúblicas bálticas como en Hungría, Rumanía y Bulgaria, países del antiguo Pacto de Varsovia incorporados al bloque occidental.

¿Qué mejor aliado podría tener EEUU en esta nueva guerra fría que se anuncia que la Alemania unificada, cuya titular de Defensa parece disfrutar enormemente del cargo a juzgar por la sonrisa que exhibe cada vez que se sube a un "Leopard".

El mes pasado, mientras la cristianodemócrata Ursula von der Leyen pasaba revista a sus pilotos militares en la base estonia de Ämari, su colega de Exteriores, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, recibía a las tropas de su país llegadas a la vecina Lituania.

Carros de combate "Leopard" y acorazados "Marder" acababan de atravesar la frontera lituano-polaca y, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, tropas alemanas iban a estacionarse con su armamento pesado en esa pequeña república báltica. Para rotar como las de EEUU: "Pacta sunt servanda".

Mientras tanto, la superpotencia tiene desplegadas en el oeste de Alemania, Bélgica y Holanda material de guerra suficiente para armar a una división de hasta 20.000 uniformados.

Ello sin contar la llamada "Fuerza Conjunta de Muy Alta Disponibilidad", una brigada multinacional cuya composición puede llegar hasta cinco batallones de maniobra, con apoyo de unidades aéreas, marítimas y fuerzas especiales, y cuyo mando rota entre los distintos países: en 2019 le toca a Alemania.

Algún lector recordará lo que en plena guerra fría se llamaba la "brecha de Fulda", una franja de Alemania por la que se creía que podía producirse una invasión de las tropas del Pacto de Varsovia.

Pues bien, ahora los militares hablan de "la brecha báltica": así la bautizaron tres generales retirados de la OTAN en un documento preparado para la cumbre de la Alianza del año pasado en Varsovia.

Los tres generales (el estadounidense Wesley Clark, el alemán Egon Ramms y el británico Richard Shireff) acusaban en ese documento a Rusia de intentar "socavar el orden internacional creado tras la Guerra Fría para recuperar su dominio sobre territorios" que pertenecieron al disuelto Pacto de Varsovia.

Para esos militares, por supuesto, Rusia no ha pretendido defenderse de las injerencias occidentales en países que habían sido de su órbita - Georgia y más tarde Ucrania-, sino que era una y otra vez la agresora, como se vio en Crimea.

La participación de la Bundeswehr en todas esas maniobras de la OTAN y de modo especial en los países bálticos inquieta cada vez más a los pacifistas alemanes, preocupados por unos antecedentes históricos que no quisieran ver repetidos.

El periodista Jorg Kronauer recuerda, por ejemplo, cómo en la Primera Guerra Mundial; más tarde en la lucha contra los revolucionarios bolcheviques y finalmente en la Segunda Guerra Mundial, el Ejército alemán fue siempre el agresor de Rusia (1).

Y señala que fue precisamente en la lituana Kaunas, que hoy sirve de estación de paso para las tropas destinadas a la base de Rukla, donde fascistas lituanos y ucranianos, apoyados por las tropas del Ejército nazi, comenzaron los pogromos contra las poblaciones judías que vivían en esa parte de Europa.

En los bosques de Ponary, al sur de la capital lituana, miembros de un comando germano y colaboracionistas lituanos dieron muerte a 70.000 judíos, a cerca de 20.000 partisanos polacos y a 8.000 prisioneros de guerra soviéticos, recuerda el periodista.

Como explica, por su parte, el historiador Wolfram Wette, el exterminio de la población judía se llevó a cabo allí con mayor celeridad y de forma más radical que en cualquier otra parte.

¿Tan pronto se olvida la historia?

(1) Revista "Konkret". Número 4/2017

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