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Puentes con Cataluña

En Cataluña se está desarrollando lo que la Investigación Operativa llama un juego de suma no cero (nadie gana). Por ello es razonable intentar minimizar pérdidas.

Con lo que hemos sabido esta semana, si uno fuera Rafael Alberti recurría a la metonimia «Barcelona, corazón de Cataluña, / late con pulsos de fiebre», para expresar la solidaridad con el President Puig quien aprovechó su viaje a Barcelona, para el homenaje a la ministra fallecida Carmé Chacón, para verse con Puigdemont. En la ciudad condal la temperatura emocional es muy alta y hay que tener redaños para involucrarse desde Valencia en los pulsos de aquel corazón nervioso. Sin embargo es una noticia esperanzadora. Por mucho que algunos valencianos quieran ponerse de perfil, nadie puede negar que aquello que allí pueda ocurrir, nos importa y mucho.

Los medios rebosan especulaciones pero están vacíos de propuestas sobre soluciones que dando alguna satisfacción a quienes viven al norte del Senia, también sean aceptables el resto. Si existe alguna no será producto de una única medida, aunque la dicte el Tribunal Constitucional. Afortunadamente para la mayor parte de españoles, catalanes incluidos, la esperanzadora noticia desde la hipertérmica Barcelona dice que la Generalitat Valenciana (GV) va a intentar mantener abiertos todos los puentes de diálogo con Cataluña. Ello a pesar de estar en plena escalada soberanista y a las puertas, de la posibilidad de que se acabe convocando una consulta sobre la independencia.

Con el actual modelo de financiación no hay solución para el problema catalán. El escenario financiero de un estado que recauda y luego reparte entre Comunidades Autónomas (CCAA) y simultáneamente pensar, como hace Rajoy y parte del PP, que la demanda identitaria catalana se reduce a una especie de amenaza para conseguir una mayor parte de la tarta del reparto autonómico es una mezcla nociva para el Reino de España. El actual estado de las autonomías está agotado. La disyuntiva de optar por una recentralización o buscar un verdadero pacto federal con una asignación clara de los recursos existentes, de manera que una buena parte de los impuestos que los ciudadanos paguen en su territorio se asigne a las instituciones que los representan en este territorio.

Llevamos demasiado tiempo preocupándonos por el «injusto» reparto horizontal entre CCAA, cuando podríamos tener un patrón que rige en los Estados federales, en deberes y derechos (en recaudación y en gasto, para que se entienda). Es posible discutir una reforma de la Constitución, que incorpore algunos principios y reglas propios del federalismo, de los que ahora carece. En el límite, considerando que la federalización dificultaría la solución a las reclamaciones catalanas, los expertos constitucionalistas plantean la posibilidad de mejorar el régimen actual sin variar el modelo. En todas las CCAA se piensa que el reparto se hace como cree conveniente el Ministerio de Hacienda y no se ha logrado ni la confianza, ni la lealtad de muchas de ellas que, por otro lado, durante años han sido financieramente irresponsables. Una cosa es intentar distribuir el estado de bienestar entre todos los españoles y otra, mucho más alambicada, hacerlo a través de CCAA.

No hay dialogo posible alguno si cada una de las regiones no tiene capacidad y obligaciones fiscales. Hoy a la hora de recaudar no hay catalanes o valencianos sino españoles que viven en distintas autonomías, un enunciado tan engañosamente atractivo como fracasado. La financiación de las CCAA no puede seguir siendo el único mecanismo que nivele a los distintos territorios del Estado. Después de años de funcionamiento del reparto, las diferencias entre ellas no se han resuelto, por lo que parece que deben existir otras razones que expliquen estas tozudas desigualdades regionales que España viene padeciendo durante siglos.

Parece que a lo largo de esta pasada semana el entorno de Puig se ha replanteado el camino seguido hasta ahora que nos ha llevado al paroxismo de gobernar insultando a Montoro, presupuestando ingresos virtuales y declarando ser víctimas de múltiples enemigos de lo valenciano. ¿A dónde conduce el «montar el pollo»?. Solo una ingeniosa y populista expresión de Monica Oltra, poco dotada para manejar cifras y presupuestos, que tiene una respuesta obvia e inquietante que lleva al Podemos de Pablo Iglesias. El PSPV puede que se este replanteando el deseo prioritario hasta ahora de Puig/Oltra de que «se oiga al Consell» a cualquier precio. Este no puede ser el objetivo principal de un gobierno que pretenda ser serio y riguroso.

El día después de la convocatoria del referéndum catalán los puentes que estén en estado de uso se deberán usar y ello incluye a una GV aunque esté en bancarrota, e incluso a instituciones a las que se acusa de catalanistas, pero que han sido mucho mas coherentes que buena parte de la sociedad civil valenciana. La posición del Gobierno Valenciano, en esta tesitura, es la de intentar mantener por todos los medios una vía de interlocución. Y, llegado el caso, incluso, facilitar el camino de la intermediación para tratar de resolver un problema que, en todo caso, admiten, está muy enquistado y tiene difícil arreglo por las dificultades de La Moncloa para avanzar en un proceso de negociación y por la distancia con las tesis soberanistas.

Afortunadamente Puig resiste como único responsable institucional que mantiene una relación fluida con Puigdemont. El jefe del Consell siempre ha defendido, desde su tesis federalista, la necesidad de llegar a un gran pacto para garantizar la convivencia y poner fin al «choque de trenes», escuchando la posición soberanista. Con independencia de cual sea el devenir del "Procés" que la GV siga disponiendo de una interlocución directa con el principal socio comercial y económico de la Comunitat, es mas que necesario, vital para el Reino de España. Con Rajoy y el PP, inmersos en su charca corrupta, careciendo de autoridad moral para enfrentar el problema, hay que plantear si Puig puede ser una pieza en el diálogo catalán, de la misma forma que el asturiano Javier Fernandez está intentando evitar la implosión del PSOE.

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