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La guerra entre Russafa y el Grau por El Negret

El mes de mayo abre sus puertas de par en par para recibir al Negret, una imagen de Cristo crucificado, que, según inveterada tradición, llegó milagrosamente por mar al Grao de Valencia en los albores del siglo XV. Existe en la Biblioteca histórica de la Universidad un Manuscrito que hace referencia a «la venida de la santa Imagen a las once horas del miércoles 15 de agosto del año 1411». El día 1 salen a mediodía a la Escala Real del puerto y el 3 los procesionan por el barrio.

Al lugar, Jaime I, quien lo creó, le llamó Villa nova maris Valencie. Extrañamente, la Valencia musulmana no pensó en este punto como el más adecuado para hacer un gran puerto. El monarca hizo que un caserío echara allí raíces y lo rodeó de murallas para proteger a sus habitantes de la piratería. En el siglo XVII se reforzó sus defensas con el fortín de san Vicente Ferrer.

De 1333 es el primer documento que conocemos del templo que estaba en el corazón de aquel pueblo nuevo llamado iglesia de Santa María de la Mar de la ciudad de Valencia, su factura era románica, edificio que desapareció en 1683 para dar paso al actual, cuyas obras duraron hasta 1736. Vicente López pintó los lunetos del templo.

Entre su imaginería, destacó siempre el Santísimo Cristo del Grao, «Cristo marinero, consuelo del afligido, esperanza de la mujer y fortaleza del navegante», diría Martínez Aloy. Su capilla estaba permanentemente concurrida, se sucedían en ella las Misas de intención de los marineros en peligro. Desde su arribo fue considerada una imagen prodigiosa, de la que se dice que hasta ella misma se convirtió «en navío de alto bordo».

Cuéntase que llegó por sí sola a nuestra costa y penetró por el río Turia en su desembocadura mar adentro. Viendo la imagen de Cristo algunos del Grao, la sacaron del agua, junto con la escalera sobre la que navegaba, y la dejaron en tierra para llevársela a su iglesia.

Una versión de los hechos se explaya en que los de Russafa, cuya Parroquia de san Valero estaba al otro lado del río, disputaron la propiedad del Cristo a los del Grao, por haberlo también avistado. Se fueron al Grao y sitiaron a sus habitantes. Los del Grao se defendieron y se negaron a entregar el Cristo. Como no había forma de resolver el pleito acudieron al obispo, Lucas de Lupia. Este dijo que «tomasen una galupa con nueve bergantes», que a ella se subieran dos del Grao y dos de Russafa, con el gobernador, Arnaldo Guillem de Velleda, cargasen en ella la imagen del Cristo, y la entraran una legua en el mar frente de la desembocadura del Turia para que las olas la empujasen a tierra. Si entrada la galupa en el canal del río fuese a parar a la orilla del Grao, la imagen del Cristo sería para el Grao, si acabara en la orilla de Russafa, se la llevarían los de dicho pueblo. Ocurrió, cuenta Vidal Micó, que quedó varada la imagen a la parte del Grao. Al día siguiente hubo gran fiesta por el portentoso milagro, en la que predicó san Vicente Ferrer en una gran explanada al aire libre, por no ser suficiente el templo para dar cabida a tanta gente. Martínez Aloy dice que no pudo ser san Vicente el predicador, pues en ese tiempo no estaba en Valencia.

Si el caso se resolvió jurídicamente, no como relata la versión de la galupa, debió ser, fue, siguiendo el argumento de Josef Teixidor, porque «el territorio verdadero de la Parroquia de S. Valero de Ruzafa, nunca tuvo cosa alguna en la ribera del río de la parte del Convento de los Descalzos, ni llegó jamás al Grao? el territorio del lugar del Grao siempre ha sido, i es de la Parroquia de Santo Thomas Apostol, Iglesia erigida inmediatamente después de la Conquista». Lo cual hace pensar que si se trataba de una discusión de demarcaciones territoriales canónicas, no tendrían ningún derecho los ruzafeños.

Hubo más peripecias para el Cristo. En 1811, el Negret fue llevado a Ibiza para salvarlo de los saqueos de los franceses en la Guerra de la Independencia, y en 1936 fue salvado de la hoguera iconoclasta de los milicianos por el vecino del Grao José Darocha Trullenque, quien arriesgando su vida fue a la iglesia cuando ya estaba en llamas y se llevó la imagen a su casa, trasladándola después al Ayuntamiento de Valencia, donde fue guardada junto a la de la Virgen de los Desamparados. En el momento de rescatarla quisieron detenerle y matarle los pirómanos, pero un estibador !amigo suyo lo impidió.

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