La Semana Santa de este año también nos trajo la muerte de Carmen Chacón, anunciada para la interesada desde su mismo nacimiento, por una cardiopatía congénita; fue la antítesis en su vida, de todo lo que representa esa Semana Santa, (culminó con la Iglesia su apostasía) siendo la primera ministra de Defensa en España, promulgándose en su tiempo un real decreto concerniente a la bandera. Su sucesora Dolores de Cospedal se ha cepillado el espíritu de esa disposición, mandando que ondeara a media asta la bandera en todos los acuartelamientos, incluido el propio ministerio, por la muerte de Cristo, aunque seamos constitucionalmente aconfesionales. Pero siempre tienen bula (nunca mejor dicho). No así la tuvo el izamiento de la bandera republicana, aunque solo fuera el día de la proclamación de la Republica (14 de abril).

Más allá de lo simbólico, lo gravemente oneroso para todos los españoles, y apenas reflejado mediáticamente, Cospedal, sin siquiera autorización del Congreso, ofreció a su homólogo americano en Washington -genuflexa ella y su jefe Mariano Rajoy- subir la consignación de Defensa, doblando el gasto en siete años, lo que supone 14.000 millones de euros (no pensar en lo que se podría mejorar sanidad y enseñanza, con tal importe y los austericidios habidos). Sin olvidarnos de que su predecesor Pedro Morenés adquirió un submarino que como aquel de Gila, no flotaba y recibiendo en su tiempo como titular de Defensa más de 115 millones empresas vinculadas a él, (Segur o Instalaza, fabricante de bombas de racimo) premiado además, un clásico en Rajoy, sean inepcias, corrupciones o ambas, con la Embajada en Washington, sin ser de la carrera (al igual que Federico Trillo o José Ignacio Wert).

Como encuadre a lo que diremos a continuación, podríamos recordar al pensador Zigmunt Bauman, que calificaba esta época de líquida, y el agua, la más importante materia líquida, es la que ha hecho surgir tal fuente pútrida en esta semana de pasión para Rajoy (también citado a declarar por su no colaboración, según el auto) y su partida, que se alargará no sabemos cuánto ni como y que arborescencias tendrá, sumergiéndonos aún más en un mar de purines y fetidez cenagosa con el clan de los González y alrededores y con el fondo desfondado de los genoveses.

Enlazándose el aguirrismo y su tamayazo con el que accedió la lideresa (ya dimitida) a la presidencia de la Comunidad de Madrid, con Eduardo Zaplana, que llegó a la alcaldía de Benidorm de modo análogo, conocedor éste de las urdemalas de Ignacio González, su gran amigo, al que le adelantó la favorable y pronta designación del fiscal Manuel Moix como fiscal jefe Anticorrupción meses antes de que fuera designado.

La tipificación de organización criminal, de serlo, lo sería a pesar de la oposición del Moix. Y como en un increscendo, ya tenemos tres ministros en la cuerda floja: el de Interior, o su segundo; el de Justicia; y el de Hacienda (cada uno en lo propio de su ámbito).

Suponemos que el Ibex 35 no permitirá que el régimen del 78 se lo lleve todo esto y lo que aún aparecerá, como en Italia con la tangentopolis y la Democracia Cristiana, que se llevaron por delante la Primera Republica.

A Rajoy solo le preocupa Venezuela, ha reiterado. Esto resulta ya un mantra pauloviano que ni siquiera sirve de humo para tapar todo lo que tenemos, que más que la banalidad del mal, el concepto clásico de H. Arendt, es la normalidad del mal lo que nos lleva a pensar que tanto presunto inocente, suele ser casi siempre presunto indecente.

Lo más escalofriante y vomitivo de los genoveses que revela un alter mundo de trama criminal, son las conversaciones pinchadas durante la operación (en las que aparece como figura y no de segunda, Zaplana, a punto de caramelo judicial) y que nos revelan con un lenguaje entre matonil y tabernario, abismos de vileza que demuestran una corrupción ética, fundamento de todas las demás y empavoreciéndonos ver en qué manos estamos.