Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Preferiría leerlo

La columna es un mirador, un artefacto óptico, un observatorio desde el que se pueden ver algunas cosas (ocultas tras densos visillos y desveladas por picardías de seda), por ejemplo la actual novela rosa a la que la mayoría de los usuarios de periódicos solemos permanecer ajenos. Me sorprendió saber por libreros y críticos literarios que además de la novela histórica de gran éxito, la sección más amplia de una librería suele ser la de novela romántica/erótica. Una celebridad del género, Megan Maxwell, saca cuatro libros al año y tiene un club de hinchas, las Guerreras de Maxwell, aunque la señora es de Canarias.

Ya ven que suelen escribir con pseudónimo, por ejemplo Isabel Keats, a quien una mala entraña debió de advertir acerca de mi mordacidad, que no uso con las damas, lo aprendí del capitán Trueno. Así que ella, Connie Jett y Chary Ca se cerraron en banda y aunque sus protagonistas practiquen un erotismo compatible con la cena sabatina y el sexo sacramentado en el lecho conyugal, a veces en escenarios exóticos (toque de lujo que ya añadía el protomártir del género Rafael Pérez y Pérez, de Quatertondeta), pese a todo eso, digo, tuvieron que coger confianza para admitir que aclaraban a sus madres que la inventiva no era producto de la experiencia. Sólo Yolanda León firma con su nombre y sitúa la acción en la quema de Xàtiva por las tropas borbónicas y en los abusos de un oficial sádico: Los límites de su consentimiento.

En la época de los videoclubes, algunas señoras alquilaban porno por las mañanas. Todo eso quedó tan lejos como Corín Tellado, la telenovela y los tiempos menesterosos que vuelven: la televisión les hizo una OPA hostil y atendió casi todas las demandas con dramones y programas inguinales y devoró hasta el delicado erotismo de las revistas del corazón de cuando sacaban a Farah Diva y el ¡Hola! era el órgano oficioso de las monarquías del mundo, incluida la que tutelaba Franco, muy aficionado a tutelar hasta a Dios («Vuestra Divina Gracia sabréis que de puro bueno, a veces sois tonto»). Pero hay gente, y no poca, que prefiere leerlo.

Compartir el artículo

stats