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Sombras catódicas del próximo bienio

No me va que me digan en qué debo creer, dónde debo escolarizar a mis hijas, ni qué transporte tengo que usar o en qué ocupar mi tiempo libre. No soy talibán del valenciano, porque creo que está para unir, no para disgregar. Sin embargo no comparto esa fiereza contra el plurilingüismo porque dignificar la lengua de mis abuelos lo considero un deber innegociable. Lo que no es nuestra obligación es subvencionar el silbo canario o el soterramiento de la estación de Abando en Bilbao mientras aquí no hay un tren a Dénia o el transporte público se queda sin fondos.

Escrúpulos. «La gente no sabe lo que quiere, nosotros sí». La frase es de Frank Underwood y retrata a la perfección a los políticos que pretenden organizarnos la vida, algunos sin escrúpulos, cualquiera que sea su signo. Para los no iniciados les diré que Underwood es el presidente de los Estados Unidos encarnado por Kevin Spacey en House of Cards. Francis desprecia a la oposición y a los ciudadanos y se apoya en su carente ética y su innegable astucia para lograr sus metas. Aquí mismo tenemos estupendos de quienes aspiran a ordenar nuestras existencias o reinventar la historia, cuando no las señales de tráfico.

Historia. Los aficionados a reescribir los hechos se muestran ansiosos, por ejemplo, con el amanecer catódico. Viendo el ardor guerrero del diputado de Compromís Fran Ferri por el renacer de la nueva tele pública -el nuevo Mordor audiovisual- se me ocurre que el concepto de kingmaker está algo sobrevalorado por los ideólogos de la cosa. El ecosistema multiplataforma amortizó hace tiempo el poder absoluto de la TV como elemento de influencia. Sin embargo ahí continúan, deslumbrados por la hipotética omnipotencia adoctrinadora y persuasiva de la pantalla.

Pirulí. Ya que estamos les contaré algo. Cómo será de alta la expectativa por la reapertura de Burjassot que el Consell no encuentra voluntarios para baremar a los candidatos que compitan por engrosar la plantilla. No hay periodistas ni técnicos a miles de km a la redonda del pirulí que no vayan a concursar por su plaza. Y cómo deben estar ventilándose el tema los responsables de la resurrección hertziana que, en su consejo rector, los singulares Xambós y los aguerridos Vergaras aparecen como ursulinas al lado algunos compañer@s de la octava planta.

Navajas. ¿Pues no nombraron a la corresponsal Empar Marco como directora del asunto cuando, compareciendo como outsider -en el Palau ni la veían, ni la ven, ni la verán- acabó imponiéndose a señores con más trienios, léase el consensuado Salva Enguix o el iquietante Lluch? ¿Qué vetos, al parecer, impuso la consejera podemita María Lozano a sus currículums para incapacitar a tan preparados colegas? ¿Cómo fue posible que Lozano Estivalis, «navalla en calça», achantara a sus fogueados compadres? Me temo que con la Unió -de periodistes- expulsada del proceso, nunca trascenderá la verdad.

Ábalos. La TV sigue ufana en su reputación fáctica pero los poderes se han diluido y los únicos actores con influencia y crédito son Évole y Jorge Javier, cara y cruz de una crónica tramposa. El caso es que a los socialistas valencianos se les ha escapado lo de la tele, «va por libre». Están en otras cosas. Creo que es el profesor Paniagua quien sostiene que el PSPV es el partido más ácrata conocido y es José Luis Ábalos ahora quien ha de gestionar la resaca del triunfo de Sánchez y aterrizar en ese indomable PSPV los resultados. Es una tarea sensible aunque es un hombre fajado en la dificultad, siempre lidió en canchas ajenas. No en balde era un clásico de esas tertulias a las que ningún camarada suyo quería acudir, las de la radio y TV que tenían vetadas por incómodas. «Es que me tratan mejor».

Salvem a Puig. Mientras la operación «Salvem a Puig» sigue su curso. El president ha convertido su flaqueza por desafección tras las primarias en blindaje. Es sin duda el activo necesario para preservar la Generalitat. Está por ver si esa pax tácita para proteger a Ximo Puig se traslada a otros ámbitos, como el municipal en Valencia. En el caso de la alcaldable Sandra Gómez comprobaremos si le hacen penar su entusiasmo susanista al «acordarse» de Ábalos en el mitin de la presidenta andaluza. Pecados de juventud.

Los otros. Y completando las claves del momento en el arco del Botànic, en Compromís y en Podemos no se vislumbran elementos de tensión internos a corto plazo. Más allá de la previsible utilización de fuegos artificiales en les Corts -comedidamente farrucos- no pasarán a mayores. Aunque fuera por no reactivar al dormido voto del PP y dejar al primer gobierno de izquierdas de la CV a merced de las huestes de Isabel Bonig. En el caso de su líder Mónica Oltra lo presumible es que en tiempo que ahora se abre ponga toda la carne en el asador para ofrecer unas cifras creíbles como balance social porque la Dependencia es, sin duda, su banderín de enganche.

Isabel Bonig y la montaña de Sísifo

No tiene la presidenta del PPCV un camino de rosas hasta 2019. Para empezar Mariano Rajoy es una garantía para la izquierda porque con un presidente adversario y desgastado el Botànic tiene medio camino recorrido. El gallego es un lastre pero además Bonig ha inventado la oposición discontinua. Cuando no le acucian las circunstancias judiciales es la yenka que el Gobierno de Madrid le obliga a bailar la razón por la que cada cierto tiempo «desaparece». Además tendrá la tele pública -que cerró su partido- como viento de proa. Sumemos que el arco parlamentario se unirá para rebajar la barrera electoral al tres por ciento, restando todavía más margen a PP y a Ciudadanos. Y que el tripartit suavizará su gestión con medidas menos impopulares y comenzará a gobernar en clave electoral. Para acabar, deberá desbridar el duelo Contelles-Betoret, en el que peca de parcial. Ha convertido al de Vilamarxant en un outsider. Ojo con ellos.

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