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Lamas móviles

Al final, el Ágora de Santiago Calatrava, La Clòtxina, podrá cerrarse por arriba, porque tenía goteras, y abrirse por abajo (hablamos de bivalvos) para acoger el centro cultural Caixa Fórum. Costó, pero encontramos un socio solvente. Antes habrá que limpiar la cubierta, practicar un nuevo cierre, revisar el trencadís para que no se caiga, y si se cae darle superglú, y esperar a la programación de la primera temporada. Ahora La Clòtxina ya tiene molla o bicho, aunque un bicho algo cúbico, como las sandías transgénicas (que pueden apilarse cómodamente por tener caras), o el vino en tetrabrick, con el que puedes llenar tu maleta de psicotrópicos bien estibados y superar la aduana de Suecia.

El Ágora que albergó un campeonato de tenis y no me acuerdo si alguna presentación fallera, tendrá finalmente una finalidad aproximadamente helénica. No como el Museu de las Ciències, que me parece un buen trabajo sin aplicación conocida pues, ante la evidencia del recorte de presupuestos para la investigación y el despido de infinitas mentes bien dotadas que pasarán a engrosar las plantillas de los laboratorios de tres continentes, ante todo eso, digo, habrá que hacer algo, no sé, un invernadero de frutales o una sala nupcial para bodas de tronío: de marqueses para arriba.

Se cierra un ciclo que empezó con los políticos desesperados por tener un Calatrava (lo peor no son los arquitectos) y se acaba metiendo un paralelepípedo en una clòtxina. ¿Quién paga el desafuero? Como en el caso de la inflamación purulenta de Canal 9 y su posterior estallido, nadie. Es verdad que no todo el mundo fue tan distraído como nuestros representantes en tiempos, pues Calatrava quiso dotar a la columna areopagita que le encargó Caja Madrid de movimiento rotatorio, pero los gastos de tal efecto o, por mejor decir, alarde, consumían la mitad del mantenimiento de los monumentos de la capital. Tras la ingeniería al límite y las fabadas deconstruidas, detecto cierto retorno de la tradición. Eso sí, las lamas móviles que no irán de remate del Ágora, siguen disponibles y sólo cuestan quince millones. Lo damos regalado.

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