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Oportunidades territoriales V

Jorge Hermosilla

¿Importa el dónde en la actividad económica?

Recientemente el profesor Francisco Puig, de la Facultat d´Economia de la Universitat de València, organizó una mesa redonda en torno a un tema tan sugerente como reiterativo, el valor del territorio y, en particular, del lugar, en el desarrollo de las actividades económicas. Un acto en el contexto del congreso Clustering 2017, en el que participaron representantes de Ateval, Ford y Torrecid.

Es evidente que el lugar ocupado por un espacio geográfico, su localización, constituye un factor importante, sin duda fundamental, de la distribución de la actividad empresarial. No se nos escapa que variables como la disponibilidad de suficiente suelo a un precio competitivo o una adecuada accesibilidad para la comercialización de productos son factores (tradicionales) de localización empresarial. De la misma manera actividades tradicionales como la agricultura están condicionadas por unos factores naturales (calidad del suelo, valores térmicos y pluviométricos, pendientes del terreno y altitud, disponibilidad de recursos hídricos€) que determinan la localización del amplio abanico de cultivos valencianos, del naranjal al viñedo, del arrozal al cereal de secano.

Más aún. El territorio, como construcción social en la cual confluyen múltiples relaciones entre recursos, redes y procesos de innovación, y por lo tanto supera sensiblemente el significado de espacio geográfico, es quien ofrece las posibilidades reales de localización de las empresas. La disponibilidad de recursos, sean naturales, humanos, sociales o económicos, si no determina al menos condiciona en gran medida la localización de actividades económicas como la agricultura, el turismo, la industria o el comercio.

De la misma manera un territorio puede acoger procesos de innovación que generen dinámicas de atracción de actividades económicas. Nos referimos a la presencia de empresarios innovadores, emprendedores dinámicos, capaces de aunar experiencia, tradición y renovación; a la existencia de redes de diversa naturaleza que permiten maximizar los recursos disponibles (consorcios, asociaciones); al desarrollo de sistemas de gobierno basados en la cooperación entre instituciones públicas; a la creación de redes que acogen relaciones sociales de cooperación entre empresas, tanto verticales como horizontales (clusters). Nos referimos a las realidades que ofrecen esos territorios inteligentes como espacios de atracción de las actividades económicas.

En la decisión de dónde ubicar una actividad económica participa además un condicionamiento de carácter social que no debemos dejar de lado. Nos referimos a la relación sentimental entre los empresarios y sus lugares de referencia (sea lugar de nacimiento o de residencia, por ejemplo), a ese arraigo con «sus» territorios, sus municipios, sus comarcas. Un estudio realizado en la segunda corona metropolitana de València, concretamente en el Camp de Túria y la Hoya de Buñol-Chiva, arrojó un dato esclarecedor: el lugar de residencia del empresario se halla entre los tres factores que condicionaron la localización de las empresas de perfil endógeno. Un hecho, el arraigo territorial, que se reproduce asiduamente en determinados casos. Por ejemplo, en las áreas industriales con tradición histórica (la Vall d´Albaida, el Comtat€) o en las empresas cooperativas (en particular las agrícolas).

Precisamente si nos referimos a las tipologías de empresas también se distingue el valor desigual que se otorga a la localización y sus condicionantes, que difieren en función de origen, dimensión y formato de las mismas. Mientras que en la economía social, como es el caso de las cooperativas, la acepción del lugar es muy elevada (manufactura de materias locales, mano de obra del entorno territorial€), en el formato de las multinacionales otros factores priman en la localización de sus establecimientos fabriles (disponibilidad de componentes y bienes de equipo, proximidad de mercados, condiciones económicas de los mercados de trabajo, centros de investigación€). En las «pymes», que predominan en nuestro tejido empresarial, destacan factores relacionados con el desarrollo territorial (suelo, accesibilidad, recursos humanos, redes empresariales, procesos de innovación€).

En definitiva, ¿importa el dónde en la actividad económica? Sí, sin duda. La actividad económica y, en particular las empresas, dependen del factor de la localización en el territorio. Éste, el territorio, es un factor más de la competitividad pues son numerosas las ventajas o los inconvenientes que ofrece un territorio para la localización de actividades económicas: es el caso de la disponibilidad de materias primas, la existencia de un empresariado dinámico, la presencia en mercados internacionales, la concurrencia de mano de obra cualificada, la incorporación de procesos de innovación empresarial y social, o la adaptación de actividades económicas tradicionales.

Frente a la globalización, los territorios pueden ofrecer oportunidades, posibles soluciones locales a las condiciones impuestas por los mercados internacionales, de manera que sean reclamo y atracción de nuevas empresas. Habitualmente nos referimos a aquellos que han sido capaces de acoger y configurar una estructura integrada, basada en la competitividad, el bienestar social, la sostenibilidad ambiental y el recorte de los desequilibrios entre municipios. Sin embargo existen otras entidades locales, las más, que precisan de respuestas urgentes para reducir los impactos de la despoblación o de la crisis industrial. Respuestas que tienen sin duda una dimensión territorial.

¿Importa el dónde en la actividad económica? Sí, más que nunca.

Redescubramos el territorio y actuemos en él mediante acciones adaptadas a sus singularidades, a sus «dóndes».

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