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Moción de censura

Todas las costumbres merecen censura, especialmente las buenas. ¿Por qué? Pues por ser costumbres. Cuando después de Felipe, la derecha legitimista, recuperó el gobierno del país lo hizo con la naturalidad (y el furor) del que vuelve, por fin, a su casa y recoge las llaves escondidas en la maceta de geranios. Se enderezaba el rumbo natural de la patria. El rígido Aznar empezó citando al poeta Luis Cernuda y acabó celebrando unas bodas de hiel con el electorado, previo casamiento de su hija en Escorial con una lista de invitados que, con el tiempo, sería la de los más buscados por la Guardia Civil. Pero no olvidemos que Zaplana compró la alcaldía de Benidorm con una tránsfuga y lo mismo hizo Esperanza Aguirre con dos diputados socialistas en estado de necesidad. Y el tamayazo fue el comienzo ¿Moción de censura? Pues claro.

El estilo de Carlos Fabra, en Castellón, como el de los Baltar en Ourense, tenía un sabor más agrario, más de «señores de horca y Caudillo»(Umbral). Si sus antepasados en la Diputación ganaban votos con un lote de ternera y un paquete de garbanzos, ahora se ofrecían recalificaciones de parcelas a porrillo: «A vore si Carlos mos arregla lo nostre». Con el tiempo, los conservadores perdieron sus mayorías, aunque había que contar con el voto oculto: no me extraña que se ocultara, yo también tendría vergüenza, de modo que al aprobarse una comisión investigadora de las finanzas de un partido trufado de recuas de bandidos, la reacción de los chicos de B ha sido condigna: si atacáis mi destilería os ponemos una bomba en vuestros despachos de licor.

El dinero y el poder son muy incestuosos, más endogámicos que los gitanos o los yemeníes, más que las tribus afganas. El padre de Javier de la Rosa también robó y hasta fingió su muerte y el papá de Rodrigo Rato pasó por el trullo, como no podría ser de otro modo. Y aún queda el caso de Javier López Madrid, yerno del oligarca (español, no ruso), Villar Mir, y presunto socio de Nacho González (en prisión) y supuesto acosador de la dermatóloga Elisa Pinto (apuñalada dos veces). Todos de buenas familias.

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