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Lo que la moción revela

Ha sido como una serie de calidad, resuelta en dos jornadas (en el teatro clásico de Grecia había obras que se daban en varias sesiones). La moción de censura promovida por Podemos (o Unidos Podemos, con Compromís, las mareas€) ha agitado las aguas mediáticas durante dos meses y ha estallado en el rompeolas del palacio de la Carrera de San Jerónimo. Ha tenido pendiente a un numeroso público y no todo lo ha podido seguir, porque esta superproducción ha tenido una duración similar o mayor que La guerra de las galaxias de Lucas. Más allá del ruido no sé qué parte llegará al ciudadano medio, de a pie, y qué retendrá y en qué medida reafirmará sus posiciones o le empujará a variarlas, eso lo dirá, en parte, el próximo sondeo del CIS.

De la primera jornada retendremos el buen hacer de la diputada Irene Montero, a quien pusieron en el brete de llenar el tiempo para llegar al momento que le correspondía abrir el melón a Pablo Iglesias, pero Mariano Rajoy, que sabe más por los años que lleva, rompió el juego al intervenir antes.

Dado que el PP recibió por partida doble era de esperar una mayor virulencia, pero no fue tal. Frente al rosario de improperios, prefirió guardar lo más granado para contestar al candidato Iglesias, y ahí sí, apretó todos los tornillos e hizo el retrato más quevedesco que se pueda imaginar, en lo personal, y además, con cargas de profundidad. Los suyos habían aguantado mucho y ahora les correspondía recibir a los podemitas. Bien cierto, al fondo quedaban otros, como los socialistas, prudentemente citados poco, por unos y otros, mejorando otras circunstancias y previendo que al fin y al cabo iban a abstenerse como había avanzado José Luis Ábalos, el portavoz actual.

Ha sido una valoración muy extendida que todo tuvo exceso de duración, porque se pretendían objetivos mediáticos, se sospecha, y por ello, al resto le correspondían horarios intempestivos. Hizo bien Ciudadanos de dejarlo para la segunda jornada. Y lo que se jugó no fue nada blando. El ciudadano Rivera apretó la soga al cuello del líder y candidato de este juego de tronos. Sobre todo al descubrir que en sus once propuestas, siete se están tramitando ya en las Cortes y que han sido propuestas de antemano por otros y negociadas. Las que le criticó, lo habían sido ya también en otros encontronazos preelectorales, y con mayor acritud entonces.

Unos y otros se lo han tomado en serio, mucho más que se podía presagiar por adelantado. Hubo pues altura, hubo sentido de la responsabilidad y la cámara no fue agitada por el viento del show y el esperpento (como al Asamblea madrileña).

En conjunto daba la sensación de que esta ocasión fallida, a pesar del apoyo que recibía de Compromís, Esquerra Republicana y Bildu, era como le ensayo de otra para el futuro, que será la auténtica o la definitiva(¿?). Por ello el gran ausente era el líder del PSOE, Pedro Sánchez, a quienes unos ven al lado de los constitucionalistas y otros, como cabeza futura de una solución de gobierno de izquierda a la portuguesa. Queda mucha tela que cortar para eso y dependerá de la coyuntura.

El mayor espectáculo de debate político (tras la anterior sesión de investidura, que hubo en realidad dos), el uso del instrumento político más contundente, abrió llagas, recapituló la inmensa tarea pendiente de unos y otros, en parte insoslayable. Y va a pesar sobre el juego inmediato. Con la afición a usar la moviola (aquí hubo mucho salto atrás) sabemos que va a estar girando como las lunas de Saturno.

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