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Quince horas fecundas

La fallida moción de censura de Podemos contra Mariano Rajoy ha hecho visibles algunas realidades de interés. Por ejemplo, la minoría de la izquierda-izquierda en el Congreso de los Diputados, cuyos escasos actores no tienden precisamente al crecimiento. La voluntad del centroizquierda socialdemócrata, imprescindible para el cambio de signo de la politica española, describe la vigencia de la rotación bipartidista que es común a la inmensa mayoría de las democracias, sin perjuicio de los altibajos derivados de sus aciertos y errores. La Francia de Macron no ejemplifica la obsolescencia del modelo sino la fusión de los habituales alternantes en una fórmula «socioliberal» que será transitoria. Las derechas y las izquierdas extremas quedan fuera del poder durante el periodo que necesitan republicanos y socialistas para rehabilitarse ante los electores.

En España es admisible la tesis de que Podemos no llegará a gobernar por mayoría ni encabezando una coalición de minorías. El bloque de izquierda, si llega, no se concibe sin la supremacia y las condiciones del PSOE, que acertó de lleno al desoir los llamamientos de Pablo Iglesias y reafirmar en la abstención su autonomía. Cuando Pedro Sánchez manifiesta afinidad con la joven militancia de Podemos no dirige el mensaje a la dirección sino a quienes profesan un pensamiento más fértil en el progresismo con opción de gobierno que en la ética y la estética radicales. En las quince horas de debate, la moción de censura alternó la dureza con la «autocensura» del lenguaje y la expresión propios del «infantilismo revolucionario» que criticaba Lenin, del que abusan los dirigentes de Podemos. La vida no puede ser un constante «Vistalegre».

En cualquier caso acertó Iglesias manteniendo la censura a despecho del fracaso previsto, porque contribuyó a delimitar el cambio posible en la sociedad española de hoy sin dejar de reivindicar los derechos de los más vulnerables, las ineludibles exigencias de justicia social y la guerra sin cuartel contra la corrupción que ha diezmado los escaños del PP. Acertó Rajoy al personalizar la defensa de su gobierno, porque es el mejor parlamentario del grupo aunque no sea el líder ideal. Y acertó el PSOE con el mensaje conciliador de su portavoz. Por lo demás, el «Régimen del 78» está mucho más vivo de lo que quisieran los heraldos del borrón y cuenta nueva, que no han vivido la diferencia entre el franquismo y los ideales de la transición.

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