El otro día me preguntaba mi amigo Juan José Villena, de tiempo.com, cómo podía haber una ola de calor, si aún no era verano. El cambio estacional en los equinoccios y solsticios es una convención, una estupidez. Es absurdo hacer empezar una estación un día concreto a una hora concreta, es una cuestión astronómica, no climatológica, aunque tenga que ver. El verano climatológico empieza el 1 de junio y acaba el 31 de agosto, y yo lo extendería en muchas partes de España, con las medias en la mano, hasta el 30 de septiembre. No se pueden analizar datos de meses partidos y el verano meteorológico empieza un poco cuando le da la gana y ahí lo tenemos.

También me preguntaba si las temperaturas de estos días eran normales, si junio solía ser tan caluroso. Se están batiendo récords aunque yo no las veo insólitas y en ello hemos de ver, tanto el aumento de temperaturas en meses como junio, septiembre y octubre que detectan estudios como los de Javier Miró, posiblemente relacionados con el cambio climático, como el derivado de las crecientes islas de calor urbanas.

El calor de junio, con los días más largos del año, no lo olvidemos, es especialmente insoportable porque las máximas duran más horas en la cumbre y las noches cortas no tienen tiempo de refrescar. Ha habido otros junios tan calurosos en 1981 y 1983, por ejemplo. «Si ahora hace calor, imagínate en julio...». ¿Mito o realidad? Mi respuesta: evidentemente, mito, totalmente, el que el calor intenso haya empezado pronto no quiere decir que el verano vaya a ser más caluroso. Las medias más altas son siempre las de julio y agosto pero es habitual tener puntas de calor más intenso en junio y septiembre y otros años el calor ha empezado incluso antes, en mayo.

Es absurdo seguir mostrando imágenes de termómetros callejeros en la 1 de TVE como si fueran verdad, o dar una noticia de varios golpes de calor en un instituto de Madrid, todos en el mismo, y que luego la directora diga que en realidad uno era un golpe de calor leve, otro un «esguince» y varios casos de ansiedad. También sorprende oír hablar a defensores del medio ambiente de toda la vida de instalar un aire acondicionado en cada aula, aumentando la factura energética y de CO2 y el calor urbano, siendo igual de absurdo declarar que todo se soluciona con hacer abanicos de papel. Habrá que acondicionar las aulas y las actividades y horarios a las circunstancias meteorológicas pero de una forma sostenible.