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Periodistas en la pasarela

Sí; periodistas, fotógrafos y estilistas. Más de veinte especialistas en moda se convirtieron en modelos por un día y desfilaron durante una edición de la entonces llamada Pasarela Cibeles, a manera de homenaje a los profesionales que habitualmente la ocupan y a los diseñadores que se esforzaban en hacer florecer la moda de España.

De esto hace casi treinta años (fue un 26 de septiembre de 1989). Concluía una década efervescente, impetuosa, exaltada, contradictoria, en la que todo parecía posible. Y la moda era una fiesta que se vivía apasionadamente. Ya Adolfo Domínguez había hecho célebre su eslogan «La arruga es bella», irrumpía Sybilla con marchamo internacional y, en el 85, Francis Montesinos había asombrado a quince mil espectadores en su triunfal desfile de Las Ventas.

La idea de subir a la pasarela a quienes la analizan o la fotografían partió de Gloria Segura, una asesora de imagen, mujer encantadora y añorada, que rápidamente convenció a todos. Y allí estuvimos, como improvisados modelos, una buena representación de estos mencionados sectores, en el madrileño Mercado Puerta de Toledo, donde se montó la especial exhibición, no sin antes pasar por los mejores oficios de peluquería y maquillaje, así como por las pantallas de televisión, en el programa «A mi manera», de Jesús Hermida. Éramos noticia. Y, por la tarde, a desfilar ante un público expectante en el que abundaban otros colegas que aplaudían, incluso piropeaban, cada aparición. Por ejemplo, la inolvidable Montse Cuesta, de la revista Telva; Luz Cappa, del diario Ya, vestida por Victorio & Lucchino; la estilista Natalia Pombo, de la revista Época, con un modelo de Agatha Ruiz de la Prada; Lola Gavarrón entonces en Diario 16; Aurelia Medina, luciendo un conjunto de Pedro del Hierro, de quien conducía las relaciones públicas; y, del lado masculina, el crítico Nano Peña; el excelente fotógrafo Jaime Villalba; y el ubicuo Carlos García Calvo, vestido por Francis Montesinos.

Al día siguiente, entre las numerosas reseñas publicadas, un comentarista escribía: «Sólo subiendo a una pasarela puede saberse lo que se siente cuando los focos, cámaras y espectadores están pendientes de cada gesto, de cada movimiento y, por supuesto de la ropa que llevas encima». Yo desfilé apenas, por la sencilla razón de que actué como presentadora del acto y mi puesto estaba ante el micrófono, pero a cambio de evitarme evolucionar, hacer giros y componer poses, fui la primera en aparecer y romper el hielo. ¿Qué ropa llevaba? Pues decidí «barrer para casa» y me decanté por un precioso modelo de Enrique Lodares. Debe decir que todos los que intervinieron salieron muy airosos del trance. Pero quien se llevó la palma, caminando con elegancia, dando airosas vueltas y haciendo valer el modelo de Roberto Verino que lucía, fue Renée López de Haro, de El País, magnífica estilista que sigue hoy en día en activo con ejemplar maestría. Ahora que las/os estilistas detentan un brillante protagonismo en la moda, conviene resaltar que su imperio se forjó precisamente en aquellos 80 que hoy he rememorado, un poco al compás de los recuerdos que se exhuman en torno a los cuarenta años de las primeras elecciones democráticas en España.

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